Nos gobiernan fascistas

Agostinelli es otro de los funcionarios que, en vez de debatir y argumentar, prefiere eliminar críticas y bloquear interlocutores. Su modus operandi ya lo habíamos observado en ocasiones anteriores, como cuando denunciamos la situación de la calle Justa Lima y la connivencia del Municipio con la empresa encargada de su refacción.

Un patrón de comportamiento autoritario

Este tipo de actitudes no son nuevas. Se repiten con preocupante frecuencia y revelan una concepción poco democrática de quienes ejercen el poder. Estos funcionarios creen que la verdad absoluta les pertenece y que cualquier voz disidente debe ser silenciada.

El sábado pasado, cuando publicamos un posteo sobre el intendente, la respuesta fue inmediata: una avalancha de mensajes centrados en desacreditar a quienes expresamos críticas, en lugar de debatir sobre los hechos concretos.

Esta estrategia recuerda las prácticas del caffarismo, cuando Marcelo Matzkin y sus seguidores defendían la libertad de expresión, pero ahora recurren al mismo autoritarismo que antes repudiaban.

¿Libertad de expresión o autoritarismo disfrazado?

En otras épocas, incluso el bloque de Cambiemos, liderado por Matzkin, defendió nuestro derecho a opinar. Hoy, en cambio, el panorama ha cambiado drásticamente y muestran una preocupante deriva autoritaria.

El peligro del silencio forzado

Las democracias fuertes se construyen a partir del debate abierto y el contraste de ideas. Cuando un gobierno opta por intentar silenciar las críticas, lo que realmente está haciendo es debilitar la participación ciudadana y erosionar los principios democráticos.

Si las voces disidentes son bloqueadas, si los medios independientes son intimidados, si los ciudadanos comunes tienen miedo de expresarse por temor a represalias, entonces nos encontramos ante un contexto de censura sistemática. Esto no es un hecho menor ni un simple desacuerdo político: es un ataque directo a la libertad de expresión y a las normas básicas de la democracia.

Conclusión: la censura como estrategia de poder

Lo que hacen Novelli y Agostinelli no es un simple capricho: es censura. Son funcionarios públicos y deben actuar como tales. Y la censura es, por definición, una herramienta de los regímenes autoritarios.

Al igual que en tiempos pasados, quienes hoy gobiernan Zárate eligen la intolerancia y la censura como respuestas a las críticas. Pero, como decía mi abuelo, “si esa lluvia me moja, tiro mi paraguas a la mierda”.

La democracia exige debate y pluralidad de voces. Bloquear a quienes disienten no es una estrategia de diálogo, es fascismo puro.

La lucha por la libertad de expresión es permanente. No nos callaremos.