Las camionetas de Matzkin: cuando las promesas se las lleva… otro vehículo municipal

El arte zarateño de prometer una cosa y hacer la contraria 🚗💨

El 4 de mayo del año pasado te contamos que el Secretario de Prevención Ciudadana (porque lo único que cambió en el área fue el nombre y quienes hacen negocio con ella) Juan Manuel Iglesias, contrario a lo que había anunciado tan formalmente Marcelo Matzkin el día de su asunción, tenía para su uso personal un vehículo de todos los zarateños.

Aquel día memorable, Matzkin afirmó categóricamente: ‘Todos los funcionarios tenemos autos propios para manejarnos, no tenemos por qué usar recursos del Estado.’ Y yo fui uno de los que lo aplaudió de pie, porque estoy profundamente convencido de que todos los funcionarios tienen que utilizar sus autos propios para manejarse, y no tienen por qué usar recursos del Estado. La excepción, claro está, es el Intendente Municipal, quien sí debe movilizarse en un vehículo oficial y con chofer por razones operativas y de representación institucional.

Ya hemos hablado al respecto citando al ex Presidente checo Václav Havel, entendiendo que el poder no debía traducirse en privilegios personales sino en responsabilidad ciudadana. O recordando al propio Arturo Illia, aquel médico de pueblo que siendo Presidente de la Nación se quedaba a dormir en la Casa de Gobierno para evitar los costosos traslados a Olivos, recorría los salones apagando luces por austeridad, y jamás utilizó los gastos reservados para pagar la operación de su esposa Silvia Martorell. Cuando ella falleció en 1966, Illia tuvo que vender su Kaiser Bergantín para afrontar los gastos médicos y del sepelio. Salió de la presidencia más pobre de lo que había entrado. Esa era la ética del poder en otros tiempos.

Como bien señala el politólogo Robert A. Dahl en su obra clásica ‘La democracia y sus críticos’ (1989), uno de los principios fundamentales del gobierno democrático es la rendición de cuentas (accountability): los funcionarios deben responder por sus actos ante la ciudadanía, no solo en lo formal sino en lo cotidiano, en cada decisión que involucra recursos públicos.

Pero Matzkin dijo una cosa, y lo que hizo no fue lo que dijo.

🎬 Maxwell Smart zarateño: la camioneta que desapareció

Pasó el tiempo y el 14 de junio pasado nos preguntamos: ¿Le robaron la camioneta al Maxwell Smart municipal?  Porque el vehículo había dejado de verse por los lugares que solía frecuentar el Secretario. Y efectivamente, días después se conoció una denuncia por robo de vehículo. Juan Manuel Iglesias había denunciado que en la Ciudad de Buenos Aires le habían robado la camioneta que le habían prestado los zarateños.

Una camioneta pública, pagada con el esfuerzo de todos, utilizada para fines personales (porque si estaba en Buenos Aires en circunstancias de robo, claramente no estaba cumpliendo funciones oficiales en Zárate), robada por negligencia del funcionario responsable. Un combo perfecto de todo lo que está mal en la gestión de recursos públicos.

Esta situación nunca fue asumida ni explicada por el Secretario de Protección Ciudadana ni por Marcelo Matzkin, quienes creen -con esa omnipotencia tan característica del poder local- que el tema del que no se habla no existe. Eligieron mirar para el costado sin hacerse cargo de la situación, aplicando esa vieja máxima política: ‘lo que no se menciona, no sucedió’.

Están equivocados. El silencio no borra los hechos, solo los convierte en escándalos más grandes.

👨‍⚖️ Cuando la ciudadanía hace lo que los funcionarios evitan: rendir cuentas

Sin embargo, y esto es lo que verdaderamente define una sociedad democrática, sí pidió explicaciones un vecino quien denunció penalmente a Juan Manuel Iglesias por el uso personal y la desaparición del vehículo, denuncia que lleva el número de IPP-18-02-005269-25/00. Porque cuando el poder se desentiende de sus obligaciones, es el compromiso ciudadano el que debe intervenir. Es lo que el filósofo Jürgen Habermas llama la ‘esfera pública deliberativa’: ese espacio donde los ciudadanos, ante la falta de respuestas institucionales, ejercen su derecho y deber de fiscalizar y denunciar.

¿Darán ante la Justicia las explicaciones que no dieron ante los vecinos? Esa es la pregunta que flota en el aire zarateño como un fantasma incómodo.

Porque hay algo que Matzkin e Iglesias parecen no comprender: en una república, los funcionarios públicos no son dueños del poder sino administradores temporales de la confianza ciudadana. Y cuando esa confianza se traiciona, la única vía que queda es la judicial. No porque los vecinos quieran judicializar la política, sino porque los funcionarios han dejado de responder políticamente.

🔄 La reposición: cuando el ‘castigo’ es otro premio

Sin embargo, se supo en los últimos días que Matzkin decidió reponerle la camioneta a Iglesias. Sí, leyeron bien: después del uso indebido, después del robo por negligencia, después del silencio cómplice, la ‘solución’ fue… darle otra camioneta.

Aunque, eso sí, ¿como castigo? le dio un vehículo más viejo. Porque en la lógica del poder zarateño, la sanción por perder un bien público no es asumir responsabilidades, pagar las consecuencias o, al menos, usar tu propio auto como correspondería. No. La sanción es que te dan un auto municipal más antiguo. Es como si a un ladrón de bancos lo castigaran dándole billetes más arrugados. Brillante. 👏

¿Es cierto que Juan Manuel Iglesias tiene a su disposición una Toyota Hilux patente AF663HY? Las fuentes lo confirman, aunque claro, en el reino del silencio oficial todo es bruma y nada es certeza. Pero la pregunta es más profunda: ¿por qué un Secretario cuya área tiene que ver con la prevención y seguridad necesita un vehículo de alta gama para uso personal?

🕵️ El escondite: cuando lo que se oculta es la vergüenza

Como precaución -porque el año pasado publicamos una imagen del vehículo que Matzkin decía que no daría y que había dado-, en esta oportunidad Iglesias no estaciona el vehículo que le pagan los zarateños en el estacionamiento de la calle 3 de febrero. ¿Por qué lo esconde? ¿Qué es lo que esconde?

Cuando un funcionario público siente vergüenza de mostrar los recursos que usa, esa vergüenza ya es confesión. Si estuviera todo en orden, si fuera legítimo, si respondiera a una necesidad real del cargo y no a un privilegio personal, ¿para qué esconderlo? La transparencia no se esconde. Solo se esconde la opacidad.

¿Iglesias seguirá utilizando el vehículo para volver a su casa, las veces que vuelve? (Porque también de eso habría que hablar: de las jornadas laborales de ciertos funcionarios que parecen más bien visitas esporádicas). ¿Su llegada más tarde y su partida más temprano tiene que ver con que, como el vehículo es más viejo, es más lento? O simplemente es que en Zárate, para algunos, el horario de trabajo es más una sugerencia que una obligación.

❓ Las preguntas que nadie responde (y la certeza que todos conocemos)

Muchas preguntas que nadie responde. Matzkin no responde. Iglesias no responde. El oficialismo no responde. El Concejo, que debería ser el órgano de control, tampoco pregunta. Porque en Zárate, el control institucional también se ha convertido en una ficción, en un sello de goma que convalida todo lo que viene del Ejecutivo.

Sin embargo, hay una certeza que atraviesa esta historia como un cable a tierra:

Una vez más, y van, Matzkin traiciona sus promesas en pos de un beneficio particular.

No es la primera vez. No será la última. Es un patrón: el discurso de austeridad dura lo que tarda la tinta del acta de asunción en secarse. Después, la realidad es otra: camionetas para funcionarios, gastos sin rendir, silencios ante las preguntas, y esa sensación permanente de que las reglas son para los demás, nunca para el círculo del poder.

🎯 De promesas rotas y democracias vigiladas

Como dice la frase atribuida al pensador político Edmund Burke: ‘Para que el mal triunfe, solo es necesario que los hombres buenos no hagan nada’. Y en Zárate, durante demasiado tiempo, hemos mirado para otro lado. Hemos aceptado que ‘así son las cosas’, que ‘todos hacen lo mismo’, que ‘no vale la pena indignarse’.

Pero sí vale la pena. Vale la pena porque cada camioneta que se entrega indebidamente es presupuesto que no va a salud, a educación, a obra pública. Vale la pena porque cada promesa traicionada es un ladrillo menos en el edificio de la confianza democrática. Vale la pena porque si no defendemos lo público, nadie lo hará por nosotros.

Por eso es fundamental el rol de ese vecino que presentó la denuncia. Porque entendió que ante el silencio del poder, la palabra debe ser ciudadana. Que ante la falta de respuestas políticas, el camino es judicial. Que en una democracia real, la ciudadanía no es pasiva: fiscaliza, denuncia, exige.

Matzkin prometió austeridad y gobierna con privilegios. Prometió transparencia y administra opacidad y silencios. Prometió cambio y perpetúa prácticas.

Las promesas se las llevó el viento. O mejor dicho: se las llevó otra camioneta municipal.

Y mientras tanto, los zarateños seguimos pagando la nafta, el seguro, el mantenimiento y, sobre todo, el costo de tener funcionarios que creen que el poder es para servirse y no para servir.