‘No, no está bien. Está mal’

Entre el discurso y la realidad

Y lo que hizo Matzkin estuvo mal. Matzkin le mintió a los concejales y a los zarateños, y aprovechándose de esa mentira sacó beneficio propio. Y no, cualquiera no lo hubiera hecho, quienes lo hubieran hecho son quienes están dispuestos a actuar de igual de manera mal como actuó él.

En su discurso de asunción el Intendente afirmó sin sonrojarse ‘Por otro lado la democracia no tolera más el uso de los bienes del Estado en beneficio de políticos y candidatos. Se terminó el momento de los privilegios. Somos todos iguales con mayores responsabilidades, nadie nos permite, por tener el poder, ejercerlo de una forma que no debemos hacerlo y esto se demostró las elecciones que pasaron. Las elecciones que pasaron han demostrado un claro mensaje de la sociedad. No ganan los que muestran el uso del Poder del Estado para un fin personal, no gana el que más gasta, no gana el que más presume, gana el que elige la gente.’ Pero el ganar una elección no da libre albedrío para hacer cuanto se quiera. Y mucho menos si lo que se quiere hacer está mal.

No es, como muchas foquitas creen porque les dicen que crean, que la opción es presentarse a elecciones si hay algo que molesta. La crítica va en pos de mejorar, no es un tema de elección. ¿Cómo un triunfo anularía la crítica? ¿Ese es el proceder democrático que propugnan? La cuestión es más profunda: se trata de valores.

El 28 de mayo de 1991, el entonces presidente checoslovaco Václav Havel aceptó el Premio Sonning por su contribución a la civilización europea que otorga la Universidad de Copenhague desde 1950. Al momento de recibir el premio, Havel dio un discurso muy interesante respecto por qué una persona puede desear el poder político. Entre otras cosas dijo el dramaturgo devenido en líder político ‘voy a un médico especial, no tengo que conducir un automóvil y mi conductor no necesita perder los estribos al pasar por Praga a paso de tortuga. No necesito cocinar o comprar para mí, y ni siquiera necesito marcar mi propio teléfono cuando quiero hablar con alguien. En otras palabras, me encuentro en el mundo de los privilegios, excepciones, ventajas; en el mundo de los VIP que gradualmente pierden la noción de cuánto cuesta la mantequilla o el boleto de un tranvía, cómo preparar una taza de café, cómo conducir un automóvil y cómo hacer una llamada telefónica. Me encuentro en el umbral mismo del mundo de los gatos gordos comunistas a quienes he criticado toda mi vida. Y lo peor de todo, todo tiene su propia lógica inexpugnable. Sería ridículo y despreciable para mí perder una reunión que sirviera a los intereses de mi país porque había pasado mi tiempo presidencial en la sala de espera de un dentista, o haciendo fila para comer carne, o luchando nerviosamente contra el decrépito sistema telefónico de Praga, o participando en la desesperada tarea de encontrar un taxi en Praga cuando obviamente no soy de Occidente y, por lo tanto, no estoy en posesión de dólares. Pero, ¿Dónde se detienen la lógica y la necesidad objetiva y comienzan las excusas? ¿Dónde se detiene el interés del país y comienza el amor a los privilegios? ¿Sabemos, y somos capaces de reconocer, el momento en que dejamos de preocuparnos por los intereses del país por el bien de los cuales toleramos estos privilegios y comenzamos a preocuparnos por las ventajas en sí mismas, lo que disculpamos apelando a los intereses del país?’

‘Esta realidad que describía Havel para su Chequia natal pudo comprobarse ayer en Argentina, a miles de kilómetros de distancia de la tierra de otro gran escritor, Franz Kafka.’ Esto lo escribimos tiempo atrás por el accionar de Osvaldo Cáffaro, hoy debemos hacerlo por el accionar de Marcelo Matzkin. Porque al igual que Osvaldo Cáffaro, Marcelo Matzkin utiliza en provecho propio el cargo que ostenta.

No es un hecho aislado

No fue un error, no fue un hecho aislado. Detrás de la fachada de transparencia y rectitud, las acciones muestran lo contrario.

El Intendente Matzkin usa su poder institucional en beneficio propio. Y eso no está bien, eso está mal.

Cuando asumió afirmó ‘Todos los funcionarios tenemos autos propios para manejarnos, no tenemos por qué usar recursos del Estado.’, y hace tiempo que utiliza un vehículo del Estado que se había comprado para el área de seguridad.

Ahora sumamos la cuestión del viaje institucional utilizado en beneficio propio.

¿Qué más hay?

¿Tiene derecho a viajar y descansar?

Ahora bien, ¿tiene derecho el Intendente a viajar y descansar? Sí. ¿Puede ir de viaje a Paris? Obvio. ¿Puede pedir licencia para ello? Por supuesto. Nadie cuestiona su derecho a tomarse vacaciones, viajar o visitar París. Pero lo que no puede hacer es mentir sobre los motivos de su viaje y ocultar su paseo personal dentro de una actividad institucional.

Lo que no puede hacer el Intendente, y es lo que hizo, es esconder un paseo personal en medio de una acción institucional. Él aprovechó el pago de pasajes al Intendente Marcelo Matzkin para realizar un paseo el ciudadano Marcelo Matzkin. Y está mal. Él debería haber tomado licencia por el tiempo que le demandaba la actividad, y volver a gobernar, que fue para lo que se presentó a elecciones.

El viaje a Viena era parte de una actividad de gobierno, no era un paseo.

El silencio y la complicidad

Pero imaginemos por un rato que tienen razón quienes creen que estuvo bien lo que hizo, ¿por qué lo escondieron? ¿Por qué el Intendente no dijo que aprovechó el viaje a Viena para descansar unos días en Paris? ¿Por qué no anunció públicamente que viajaba junto a una funcionaria de su gabinete? Porque sabían que tenían el culo sucio, porque sabían que habían hecho mal las cosas… hasta que la esposa del Intendente publicó, y el Intendente republicó, una imagen de ese viaje.

Entonces lo que cabía es guardar silencio, que será acompañado de la inacción de los concejales, y salir a cuestionar al mensajero. Sigan nomás, pero explíquenle a los vecinos por qué les mienten.

Lo que viene

Podrá explicar el Intendente Marcelo Matzkin, parafraseando a Vaclav Havel, ‘¿Dónde se detienen la lógica y la necesidad objetiva y comienzan las excusas? ¿Dónde se detiene el interés del Distrito y comienza el amor a los privilegios? ¿Sabemos, y somos capaces de reconocer, el momento en que dejamos de preocuparnos por los intereses del Distrito por el bien de los cuales toleramos estos privilegios y comenzamos a preocuparnos por las ventajas en sí mismas, lo que disculpamos apelando a los intereses del Distrito?’

Finalmente sí debemos reconocer algo a las foquitas, que esperamos hayan recibido la sardinita de premio por su accionar, estamos obsesionados. Pero no con Cáffaro ni con Matzkin, estamos obsesionado con hacer las cosas bien. Con cumplir la palabra empeñada. Con la verdad.

Y estamos obsesionado con nuestra obsesión, así que a seguir pidiendo sardinitas porque ya sabemos que no les gusta aprender a pescar.