Tras los resultados de las elecciones presidenciales en Estados Unidos se dispararon numerosos análisis que pretenden explicar las consecuencias del comicio, sobre todo por lo inesperado de su resolución, y aunque parezca disparatado y distante, son muchas las enseñanzas que podemos tomar para nuestro Distrito.
Más allá de las propuestas electorales de Donald Trump, con las cuales no coincido, el primer aprendizaje que debemos tener en cuenta es que allende de lo que digan las encuestas electorales, a las que resultaron ser muy adeptos incluso quienes tanto las denostaban, lo que realmente importa es el voto ciudadano, y eso se cuenta al abrir las urnas.
El segundo aprendizaje es entender las reglas del juego y saber utilizarlas en su favor. Donald Trump perdió las elecciones… pero obtuvo más electores, y en un sistema de elección indirecta a través de Colegio Electoral, eso es lo que vale. Trump no ganó en Estados Unidos, ganó en los Estados que debía ganar para poder garantizarse la Presidencia de los Estados Unidos. Al momento de escribir esta columna Hillary Clinton obtenía 59.313.545 votos y 228 electores y Donald Trump 59.149.210 votos, pero 290 electores. Es decir, Trump perdió… pero ganó.
Un tercer aprendizaje es la aparición de partidos minoritarios que, en una elección tan reñida, inclinaron la balanza. Y ejemplos de ello hay por doquier. Estados como Florida, Wisconsin, Utah o Michigan pusieron de manifiesto que votantes demócratas descontentos con la candidatura de Clinton se mantuvieron fieles a sus principios no eligieron el mal menor, lo cual trajo como consecuencia el triunfo de lo que, en su opinión, era el mal mayor, ya que en una elección indirecta en la que no hay mayorías y minorías, quien triunfaba en el Estado se acreditaba la totalidad de los electores del mismo.
Y finalmente, Trump fue como es, sin importarle lo políticamente correcto, fue transparente, y el ciudadano estadounidense decidió darle un voto de confianza a esa transparencia, que paradójicamente es bastante turbia y opaca, en lugar de una conducta opaca y turbia que pretendía ser transparente.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con la realidad zarateña? Mucho más de lo que uno podría suponer en primera instancia.
Los candidatos, y supuestos dirigentes, locales hacen, en general, exactamente lo contrario a los ejemplos que expone la elección estadounidense.
Se manejan con encuestas de opinión, que todas ellas son parciales y muestran una porción de la realidad acotada, pretendiendo reemplazar el trabajo de campo cotidiano que debe tener cualquier fuerza política por instrumentos académicos que debieran ser medios y no fines. Preocupa más la opinión publicada que la opinión pública, se trabaja más para los medios que para los ciudadanos, y en esto coinciden, en términos generales todas las fuerzas políticas.
En cuanto entender las reglas y utilizarlas en su favor, claramente el oficialismo lo entiende mucho mejor que la oposición. Esto se vio con precisión en los últimos comicios, donde se focalizó el accionar político en aquellas zonas en las que mayor rédito electoral le podía significar, haciendo un análisis politológico profundo para no derrochar esfuerzos y concentrarlos en dónde mayores réditos generaría. La oposición, por su parte cometió y sigue cometiendo errores infantiles, creyendo que se puede disputar una elección en todos los terrenos. La historia demuestra que todos los votos valen uno, pero no todos los votos cuestan lo mismo. Y no lo decimos en términos de compra de votos sino del esfuerzo, en todo concepto, que se precisa para poder obtener un voto. En esto las fuerzas opositoras debieran aprender más de Trump… y de Cáffaro.
Por último, y quizás lo más importante, tiene que ver con quienes encabezan los proyectos políticos. En estas épocas de redes sociales y alta velocidad del intercambio de información es un error el pretender demostrar algo que no se es. Si bien en cualquier época y momento es rechazable el pretender exhibir algo diferente a la realidad, antes era más sostenible en tanto y en cuanto era reducido quienes accedían a la información, pero hoy en día casi cualquier ciudadano puede acceder a casi cualquier información, por lo que pretender ocultar parte de su historia y su accionar. Cuando uno pretende mostrar algo que no se es, tarde o temprano sale a la luz. Y en esto coinciden casi todos.
Trump demostró que lo importante no es cómo se es sino qué es lo que se hace con como uno es. Esta frase, que parece un trabalenguas, esconde en sí misma gran parte del éxito del estadounidense y del fracaso de muchos políticos locales. Es importante tener un pasado exhibible sin sonrojarse, pero mucho más importante es poder defender ese pasado, y no tener una historia de ambivalencias y hechos que se pretenden ocultar por generarles vergüenza. Y el ejemplo local del Intendente es contundente. Pese a ser criticado y denunciado, pese a ser sancionado y multado, pese a todo y a todos mantiene una línea de acción sin ambivalencias. No coincido con su accionar, pero nadie puede decir que no haya coherencia en su actitud. Siempre fue igual, no es que no vaya donde caliente el sol… siempre estuvo donde el sol calienta.
Mientras tanto, muchos políticos opositores buscan mostrarse de acuerdo a lo que los asesores les dicen que es lo que la gente espera de ellos, y en esos cambios de actitudes quedan en infracción, puesto que como no están convencidos sino que lo hacen por conveniencia y ni siquiera están convencidos de ellas, ni siquiera pueden defender su accionar. En esto también debieran aprender más de Trump… y de Cáffaro.
Ya se ve, hay mucha más proximidad entre las elecciones estadounidense y la realidad local que la que se podía presuponer, si aprendiéramos de la experiencia ajena, mucho mejor sería, puesto que como afirmaba Laurence Johnston Peter, sólo una cosa es más dolorosa que aprender de la experiencia, y es, no aprender de la experiencia.
Publicado en El Debate, Zárate.
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