De nosotros depende: El verdadero juego electoral

El ritual democrático y sus múltiples interpretaciones 🗳️

Serán muchas las interpretaciones que se hagan esta noche de los resultados electorales, y -sorpresa, sorpresa- todos dirán que ganaron. Y no lo harán solamente por las obvias razones de la consolidación democrática y el acudir a las urnas por, al menos, vigésima segunda vez consecutiva sin interrupción de la continuidad democrática. Ese ritual, repetitivo como el tango, nos hace creer que mientras las urnas se llenen, todo está bien. ¿O no?

Esta multiplicidad de interpretaciones es posible porque son elecciones legislativas, y estas tienen una interpretación diferente al resto de las elecciones. El politólogo italiano Giovanni Sartori fue contundente al respecto al opinar: mientras la democracia directa genera ‘decisiones de suma cero’ donde hay ganadores absolutos y perdedores totales, la democracia representativa se caracteriza por procesos decisorios de ‘suma positiva’, donde hay espacio para múltiples ganadores mediante la negociación y el intercambio.

Suma positiva vs. suma cero: la diferencia que nadie explica 🎲

¿Por qué? Porque se trata de elecciones de suma positiva, es decir, donde hay múltiples ganadores, a diferencia de las elecciones para cargos ejecutivos en las que se trata de elecciones de suma cero: alguien gana y el resto pierde, punto. 

En las elecciones legislativas, gana una propuesta que obtiene representación electoral, sea esta masiva o minoritaria, dado que los objetivos se establecen en función de las posibilidades de cada fuerza. Como bien señala la teoría de la elección pública, cada actor político maximiza su utilidad dentro de las restricciones institucionales que enfrenta.

No es lo mismo el objetivo del Frente de Izquierda, de Fuerza Patria o de La Libertad Avanza. Para unos, el triunfo es garantizar la representatividad en la Cámara Baja y tener voz en el recinto; para otros, poder tener la mayoría y dictar la agenda legislativa; para todos, tener la posibilidad de desequilibrar a la hora de discutir proyectos trascendentales. Por ello cada uno hará su propio análisis, pero -y aquí viene lo picante- no todos los análisis son válidos. Algunos son directamente un delirio óptico condimentado con wishful thinking.

Las formas incorrectas de analizar (o cómo engañarse con estilo) 📊

En este sentido son múltiples las formas en que se intentará analizar los resultados, y la mayoría estarán equivocadas. Estarán quienes intenten sumar los votos como un todo nacional, pero esta alternativa no es válida por múltiples razones. La fundamental: es ilegal. Pero además, si bien se trata de elecciones nacionales, no se toma al país como un distrito único sino que son 24 elecciones en simultáneo, una en cada distrito electoral.

Además, por tratarse de elecciones diferentes pero el mismo día, y por la implosión del sistema tradicional de partidos (¿alguien recuerda cuando existían partidos nacionales con estructuras coherentes?), es complejo trazar el agrupamiento de las fuerzas, puesto que los que concurren aliados en una provincia compiten en otra y en otra ni siquiera participan. Es el cambalache electoral argentino en su máxima expresión: todos con todos, nadie con nadie. Como no hay alianzas nacionales porque no hay elección nacional, esta alternativa de análisis es errónea, engañosa y conveniente para quien quiera venderse como ganador.

Otra posibilidad es tomar en cuenta cuántas provincias ganó cada una de las principales fuerzas, pero también se trata de un análisis equivocado. ¿Por qué? Porque como la elección es de diputados nacionales -la única que se repite en todas las provincias- se relaciona con la población de la jurisdicción, se puede perder la mayoría de las provincias y aún así hacer una muy buena elección. Baste de ejemplo la elección de 2017, cuando triunfar en Catamarca, La Rioja y Formosa no alcanzó para compensar una caída en Buenos Aires. La geografía no vota, vota la gente. Lección básica que algunos parecen haber olvidado.

La única forma correcta de análisis: los números que importan 🔢

La forma de análisis correcta es tomar en cuenta cuántos legisladores acumulan el bloque oficialista, cuántos el bloque opositor y cuántos quienes fluctúan de acuerdo a las circunstancias (esos que llamamos ‘dialoguistas’ cuando nos favorecen y ‘traidores’ cuando no). ¿Y por qué esto es importante? Porque el gobierno nacional ha demostrado estar dispuesto a enfrentar al Parlamento con la sutileza de un elefante en un bazar, y el Poder Legislativo también demostró el último año su predisposición a establecer su propia agenda y confrontar con el Presidente.

En este contexto, la composición de las diferentes Cámaras es crucial para el devenir del país. No es retórica vacía: estamos hablando de si las leyes que necesitamos se aprueban o se cajonean, si los vetos presidenciales se sostienen o caen, si el país avanza o se paraliza en un tironeo institucional.

El número mágico: 33% o la supervivencia política

El número clave es el 33% de cada una de las Cámaras, porque es el umbral que permite al oficialismo evitar el juicio político del Presidente y garantizar el sostenimiento de los eventuales vetos que dicte el Ejecutivo. Es el salvavidas institucional, la red de contención, el escudo antimisiles del poder presidencial.

Está claro que ni haciendo una excelente elección La Libertad Avanza no se encuentra en condiciones de convertirse en la primera minoría. No tendrá la fuerza para imponerse en los recintos, para ser el jugador dominante del tablero legislativo. Pero si logra el número mágico estará en condiciones de impedir que la oposición se imponga en ciertas cuestiones. Es el poder de bloqueo, la capacidad de veto de facto, el arte de sobrevivir siendo minoría.

De acuerdo a los números que se manejan en las diferentes encuestas que se han hecho públicas, ambas posibilidades no son opciones cercanas, aunque menos imposible en Diputados que en el Senado de la Nación. El Senado, esa cámara conservadora por diseño, sigue siendo territorio hostil para los libertarios.

Buenos Aires: el partido dentro del partido 🏟️

Para esto es clave la elección en la Provincia de Buenos Aires, que elige poco más del 27% del total de Diputados Nacionales que se eligen hoy. Si allí Fuerza Patria repite la elección de septiembre pasado, el sueño del bloqueo propio se escapará como agua entre los dedos. Si en cambio logran achicar diferencias como plantea Diego Santilli, Milei ganaría aún perdiendo, puesto que el número mágico del tercio de la Cámara sería más viable.

Es la paradoja electoral argentina: a veces perder ganando es posible, y ganar perdiendo también. Todo depende de cuánto perdés y dónde perdés. Buenos Aires no es una provincia más: es el partido final dentro del campeonato, el ring donde se define quién tiene músculo real y quién sólo tiene pose.

La belleza de la pluralidad (cuando funciona) 🌈

Pero además de esto, por ser elecciones legislativas, como decíamos elecciones de suma positiva, la posibilidad de pluralidad de la representatividad es absoluta. Son múltiples las alternativas, de izquierda a derecha del espectro ideológico, son variadas las opciones para el electorado. Esta diversidad, que a veces nos desespera cuando buscamos ‘soluciones claras’, es en realidad la fortaleza del sistema democrático.

Como señala Sartori en su teoría de la democracia, los sistemas representativos permiten que mediante la negociación y las compensaciones recíprocas, las minorías intensas tengan posibilidad de influir en las decisiones, algo imposible en la democracia directa del todo o nada. Los comités legislativos, con su lógica de acuerdos y concesiones mutuas, generan resultados de suma positiva que benefician al demos en su conjunto, aunque no a cada uno por igual ni al mismo tiempo.

La decisión está en nuestras manos (y no es un cliché) ✊

De cada uno de nosotros depende que el número mágico sea una opción real o una quimera. Una vez más, como en cada día de la construcción democrática, de nosotros depende.

Y cuando decimos ‘nosotros’ no hablamos del demos abstracto de los discursos vacíos, sino de vos, de mí, del vecino que duda, del que está convencido, del que vota en blanco como protesta y del que vota con esperanza. La teoría de la elección racional nos dice que cada votante calcula costos y beneficios, que muchos ni siquiera deberían votar si hicieran las cuentas fríamente. Pero votamos igual, porque -para bien o para mal- seguimos creyendo que nuestro voto puede torcer el rumbo de la historia.

Así que esta noche, cuando empiecen los festejos anticipados y las lágrimas de cocodrilo, recordá: ganaron todos los que participaron del ritual democrático, pero algunos ganaron más que otros. Y esa diferencia, por mínima que parezca, puede determinar si los próximos años tenemos gobierno con contrapesos o gobierno a los ponchazos.

Que gane la democracia. Pero sobre todo, que gane el sentido común a la hora de analizar los resultados. 🎯