Cuando la militancia se vuelve una foto de Instagram 🎭
En la gran feria de las causas nobles y las banderas bien planchadas, hay una distinción que a veces se olvida -o se prefiere olvidar, porque incomoda-: la diferencia entre quienes quieren ganar el poder y quienes solo quieren influenciarlo sin ensuciarse las manos. No es lo mismo fundar un partido político que presidir una ONG. El primero busca ocupar el Estado; la segunda, condicionar sus decisiones desde afuera, como quien tira consejos desde la tribuna, sin arriesgarse al desgaste del juego. Uno se juega el pellejo en cada elección; la otra se juega el prestigio en cada comunicado de prensa.
Un partido político, dice Giovanni Sartori (1976), es ‘una organización que compite por el control del poder gubernamental, sea individualmente o en coalición’. Es decir: su objetivo no es simplemente opinar, no es hacer lindos posteos con frases motivacionales, no es armar jingles pegadizos. Es gobernar. Es una maquinaria, una arquitectura orientada hacia la conquista del mando, hacia meter las manos en el barro de las decisiones que afectan la vida real de la gente. Maurice Duverger (1951) lo explicó con crudeza refrescante: ‘El partido existe en función de las elecciones’. Sin votos, no hay partido; hay secta, movimiento, club de amigos o, en el mejor de los casos, una dulce ilusión colectiva con remera identificatoria.
Las ONG, en cambio, se definen -según la ONU (1992)- como ‘organizaciones privadas, sin ánimo de lucro, independientes del Estado y de los partidos, que buscan influir o cooperar en el desarrollo social’. Su territorio no es el de la competencia por el poder, sino el de la influencia moral o la presión simbólica. No se presentan a elecciones ni podrían hacerlo, porque no representan ciudadanos, sino causas. No interpelan al pueblo, interpelan a la conciencia. Y está perfecto así, cada uno en su rol. El problema es cuando se confunden los tantos.
La zona de confort de no embarrarse 😇
Mientras el partido es un actor del juego político, la ONG se ubica en los márgenes del tablero. Pero esos márgenes se volvieron, en tiempos de descreimiento y desencanto, más cómodos que el centro. Mucho más cómodos. El partido debe responder, rendir cuentas, asumir contradicciones, bancarse los resultados de sus gestiones y explicar por qué prometió una cosa y terminó haciendo la contraria. La ONG, algunas al menos, puede sostener su discurso sin manchas, su ética de laboratorio. Total, nunca tiene que demostrar que sus recetas funcionan en el mundo real. Un partido que no busca el poder es una ONG mal disfrazada; una ONG que busca el poder es un partido encubierto. Y en Zárate, parece que tenemos cada vez más casos de esta última categoría.
La exclusividad electoral de los partidos no es un privilegio, sino una carga. Solo los partidos pueden presentar candidatos porque solo ellos asumen el riesgo de ser rechazados por el voto popular. Esa prerrogativa es, en verdad, su condena: los somete al veredicto de la mayoría, ese juez implacable que no perdona ni olvida. Como recordaba Max Weber (1919), ‘la política se hace con la cabeza metida en el engranaje del poder’. Las ONG, por su parte, se reservan el derecho sagrado de indignarse sin consecuencias. Operan sobre el discurso, pero no sobre la estructura. Dicen cómo deberían ser las cosas, pero nunca tienen que demostrar que pueden hacerlas funcionar.
El problema aparece cuando esa frontera se diluye, cuando las líneas se vuelven borrosas por conveniencia. Cuando los partidos adoptan la retórica de las ONG para parecer virtuosos, y las ONG adoptan las estrategias de los partidos para ganar influencia y, de paso, algunos cargos en el municipio. Se produce entonces una moralización de la política y una politización de la moral, ambas igualmente peligrosas y molestas. Una política sin poder es inofensiva; una moral con poder es autoritaria. Y una juventud política sin definiciones claras es, directamente, un chiste.
Por eso, defender la distinción no es capricho académico 📚
Es una cuestión democrática, de supervivencia del sistema. Los partidos representan el conflicto y el interés; las ONG, el ideal y la denuncia. Son necesarias ambas, cada una cumpliendo su función, pero confundirlas es abrirle la puerta de par en par al cinismo: el del político que se disfraza de activista para zafar de las responsabilidades, o el del activista que quiere gobernar sin pasar por el incómodo trámite de las elecciones.
El problema es que cada vez más los partidos políticos pretenden parecerse a las ONG y viceversa. Es el fenómeno de la época: partidos que hablan como si fueran movimientos sociales, y movimientos que operan como si fueran partidos. Todos quieren los beneficios de ambos mundos y las responsabilidades de ninguno.
El manual de cómo NO hacer pedagogía electoral 🎬
Uno de los últimos ejemplos es el de la Juventud Radical de Zárate, que hizo público un video ‘enseñando a votar’…
Y encima enseñan mal, lo cual es la frutilla del postre. Porque lo dirigen a los militantes propios y señalan que el 26 de octubre próximo se eligen Diputados y Senadores nacionales. Pequeño detalle: en Zárate, por pertenecer a la Provincia de Buenos Aires, sólo se elegirán Diputados Nacionales. Los senadores se eligen en otro momento, pero bueno, detalles, detalles. ¿Para qué preocuparse por la precisión cuando podés hacer un video con música épica?
Hay quienes defienden el error como una virtud, pretendiendo hacer pie en la enormidad del espacio o en la complejidad del sistema electoral argentino. Pero la realidad es que enseñan mal, quizás por pretender hacer cosas que no le competen, directamente, a un partido político. O al menos no de esta manera tan desprolija. Bastaba con compartir el video desarrollado por la Cámara Nacional Electoral, que es claro, concreto y, sobre todo, correcto.
Pero no. Prefirieron hacer como que hacen, una práctica en la que tienen vasta experiencia gracias a su participación en la gestión pública municipal. En ese menester de simular acción, dejaron de hacer lo que realmente deben hacer: luchar para conquistar el poder. Que es la razón de ser de un partido político, por si hace falta recordarlo. No hacer videitos educativos con errores, no organizar capacitaciones para gente que ya sabe, no jugar a la ONG de educación cívica.
El misterio de la recomendación invisible 🕵️
La Juventud Radical convoca a votar… pero no propone ningún candidato. Lean eso de nuevo, lentamente, porque es delicioso en su contradicción. No apoyan a nadie… o, mejor dicho, no lo dicen públicamente. Tal vez lo susurran en reuniones privadas, tal vez lo escriben en grupos de WhatsApp cerrados, pero al ciudadano común no le dicen nada.
Sin que haya una lista de la Unión Cívica Radical, ni un frente electoral del que la UCR participe de manera oficial en Zárate, no queda claro a que fuerza política apoya la UCR local. Es como jugar al misterio electoral, a las adivinanzas políticas. Una especie de ‘¿Dónde está Wally?’ pero versión boleta.
Será la lista de Provincias Unidas? Era la opción mayoritaria inicial y de hecho participan en ella la Diputada Danya Tavela y Julio Pasqualín… y también el ex Intendente Osvaldo Cáffaro. Incómodo, ¿no? Compartir lista con quien antes criticabas.
¿Será la lista de la Coalición Cívica? Era la opción minoritaria, y en ella participa Elsa Llenderrozas, autoridad partidaria ella. Aunque claro, hoy en día ser autoridad partidaria en la UCR es un título que dice más sobre la falta de competencia que sobre el liderazgo real.
¿Será la lista de Proyecto Sur? Encabezada por Ricardo Alfonsín, con un apellido imán para ciertos nostálgicos que todavía se emocionan con el preámbulo constitucional y creen que el radicalismo puede volver a ser lo que fue.
¿Será la lista de La Libertad Avanza? Lista apoyada y promocionada por su jefe laboral y político Marcelo Matzkin. Ah, pero esto ya se pone jugoso. Trabajar para el intendente libertario y militar en la Juventud Radical. Una ensalada ideológica que haría llorar a Yrigoyen y a Alfonsín por igual.
La pregunta del millón (o del sueldo municipal) 💰
¿Será que los avergüenza decir públicamente a quién votan? Es posible. Cuando tu identidad partidaria es tan difusa que no podés definirla ni con un tutorial de YouTube. ¿Será que apoyarán en la urna una idea diferente a la que dicen defender desde la organización partidaria? Probable. La disonancia cognitiva es el deporte nacional de la política argentina.
Es curioso, realmente curioso. Un partido político que no procura obtener el poder, que no convoca a votar a ningún candidato ni da un debate ideológico sobre el perfil que debiera tener el Congreso Nacional a partir del 11 de diciembre próximo. Es como un equipo de fútbol que sale a la cancha sin querer meter goles, solo para que no los expulsen del torneo por abandono.
Será que los tiempos cambiaron y ahora creen que la Juventud Radical es una ONG dedicada a la educación cívica genérica. O peor aún, una agencia de empleo, porque -detalle no menor- la mayoría de sus integrantes son empleados municipales. Casualidad, seguro. Pura coincidencia que la militancia radical zarateña esté tan bien representada en las nóminas del Estado local. Nada que ver una cosa con la otra.
Lo que debería ser (pero no es) 🎯
Una organización política es otra cosa. La Juventud Radical es -o debería ser- otra cosa. Pero en serio, no es frase de ocasión ni eslogan vacío de esos de ‘en lucha’ cuando tienen menos lucha que 100% Lucha. Menos rebeldía, menos confrontación, menos definición ideológica.
La Juventud Radical tiene la doble misión -compleja, sí, pero esa es su razón de existir- de ser correa de transmisión de las necesidades de los jóvenes dentro de la estructura partidaria y a su vez, de manera dialéctica, ser la representatividad partidaria entre los jóvenes. Llevar la voz de la juventud al partido y la voz del partido a la juventud. Hoy no son nada de eso. Hoy son un grupo de empleados municipales que cada tanto hace un video en Instagram, convoca a votar sin decir a quién, y pretende dar cátedra de educación cívica con errores dignos de un alumno de primaria.
El elefante en la habitación 🐘
Porque seamos honestos: ¿cómo podés ser representante de la Juventud Radical si tu patrón es el intendente libertario? ¿Cómo defendés los principios del radicalismo cuando tu sueldo lo firma alguien que representa todo lo contrario a esos principios? Es la pregunta que nadie hace en voz alta pero todos se hacen en privado.
Quizás sea por ir detrás de la Presidente del Partido, que milita en el bloque liberal, que fue, también quizás, la que consiguió el conchabo.
La verdadera pregunta de fondo es si la Juventud Radical de Zárate quiere disputar el poder o simplemente conservar los empleos. Porque hasta ahora, toda la evidencia apunta a lo segundo. Y está bien, cada uno hace lo que puede con lo que tiene. Pero entonces, al menos, sean honestos. Cambien el nombre. Llámense ‘Agrupación de Jóvenes Empleados Municipales con Reminiscencias Radicales’. O ‘Club Social y Deportivo del Voto Sin Candidato’.
Pero no se llamen Juventud Radical. Ese nombre significa algo. O al menos, significó algo. Y verlo usado así, de esta manera diluida, confusa, sin definiciones claras ni coraje político, es casi una falta de respeto a quienes realmente se la jugaron por esas banderas.
La política sin riesgo es turismo. Y la Juventud Radical de Zárate, hoy por hoy, parece más una agencia de viajes que un partido político. Eso sí, con buenos videos en Instagram. Aunque enseñen mal. 🎪
PD: Si algún miembro de la JR lee esto y quiere debatir, las puertas están abiertas. Pero vengan con definiciones claras, no con más videos confusos. La democracia se construye con valentía, no con ambigüedad estratégica.
‘Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror.’
RODOLFO WALSH – AGENCIA CLANDESTINA DE NOTICIAS

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