Uno de los muchos aportes que hizo Raúl Alfonsín a la política argentina fue la incorporación, desde el ámbito de la academia a la política diaria, de conceptos tales como la ética de los principios y la ética de la responsabilidad, términos acuñados por el sociólogo alemán Max Weber.
La ética de los principios se fundamenta en la adhesión a un conjunto de normas y valores predefinidos. En estos casos, las acciones se evalúan según su conformidad con principios morales establecidos, independientemente de las consecuencias. Este enfoque ofrece un marco moral sólido y claro, proporcionando una guía ética consistente.
Max Weber argumenta que la ética de los principios puede llevar a una ‘ética de convicción’, donde las decisiones se toman de acuerdo con creencias arraigadas, incluso si las consecuencias son impredecibles o desfavorables. Este enfoque puede generar rigidez moral y falta de adaptabilidad ante situaciones cambiantes.
En contraste, la ética de la responsabilidad se centra en las consecuencias de las acciones. Weber describe este enfoque como una ‘ética de responsabilidad’, donde la toma de decisiones considera las posibles repercusiones de las acciones. Aquí, el actor ético asume la responsabilidad por los resultados, incluso si no se ajustan completamente a los principios morales establecidos.
Este enfoque, según Weber, implica una mayor flexibilidad y adaptabilidad a situaciones complejas y dinámicas. Sin embargo, puede dar lugar a dilemas éticos cuando las consecuencias deseadas entran en conflicto con los principios morales fundamentales.
Aunque no nos demos cuenta, este tipo de tensiones atraviesan muchas de nuestras acciones cotidianas. ¿Hacemos lo que nos gusta? ¿Hacemos lo que hay que hacer? ¿Y cuando lo que nos gusta no es lo que hay que hacer?
Según Weber la clave es equilibrar la fidelidad a los principios morales con la responsabilidad de las consecuencias de sus acciones. Esto queda expuesto cuando la ética de los principios puede ser insuficiente para guiar decisiones prácticas, y la ética de la responsabilidad puede poner en riesgo la integridad moral.
Días atrás, en un artículo publicado en Infobae, Francisco Alfonsín afirmó ‘Si nos paramos desde el plano de la ética de las convicciones según la cual para Weber debemos actuar en función de nuestras ideas y nuestros sentimientos sin importar las consecuencias de nuestro accionar, la posición correcta para resolver el dilema que nos plantea esta elección puede ser el voto en blanco. Sería una postura más cómoda y que no nos obligue a elegir entre la presunta continuidad de los que están y su alternativa que es evidentemente peor a juzgar por su plataforma política, sus propuestas y los rasgos autoritarios de su liderazgo.’ Creo que es una postura equivocada.
Yo voto en blanco, y lo hago siguiendo la ética de la responsabilidad. No es una posición acomodaticia, de hecho es la primera vez que votaré en blanco, es una decisión meditada y elaborada.
Cierto es que como me han recriminado muchos ‘el blanco no gobierna’ y las opciones positivas son Javier Milei y Sergio Massa, pero no son las únicas opciones. Estoy convencido que el voto en banco es una opción de voto y una opción responsable que pretende expresar que las opciones positivas en términos legales no son opciones positivas en términos reales, en consecuencia no solo hay dos opciones.
Muchos de quienes votamos en blanco lo hacemos para exponer una realidad para marcar una posición política. Con un solo voto positivo habrá un Presidente de la Nación, con lo cual no es imprescindible optar por un candidato, y es tan válido quien quiere dar un mensaje de voto positivo, por las razones que sean, como quien quiere dar un mensaje votando en blanco. De hecho, en términos legales el voto en blando es un voto válido… a diferencia del voto nulo, que sería otra forma de emitir un mensaje.
Creemos en la necesidad de fortalecer la democracia y lo hacemos convencidos que una parte esencial de ella es la participación ciudadana, pero descreemos de los falsos dilemas que pretenden circunscribir la discusión a una cuestión de males. No se trata de elegir votar entre el mal menor o el mal mayor, se trata de elegir el bien mayor.
Y el bien mayor no pasa por darle el apoyo al Dr. Frankenstein ni a su engendro, porque no dudamos que las opciones positivas en el ballotage son las que son por el interés manifiesto de Unión por la Patria.
Por eso hoy votaré como votaría Raúl Alfonsín, apelando a la responsabilidad, ética a la que apelan muchos, y aunque haya quienes crean que la responsabilidad es el mal menor, la responsabilidad hoy pasa por no saltar al vacío ni hundirnos más en el infierno.
No en nuestro nombre. No con nuestro voto.
‘Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror.’
RODOLFO WALSH – AGENCIA CLANDESTINA DE NOTICIAS
