Como es público, la Corte Suprema dictó un fallo que suspendió los comicios para gobernador en Salta y Santiago del Estero, lo cual generó, una vez más, una catarata de apoyos y rechazos al accionar de los supremos sin argumentos valederos para transgredir las normas legales, sin embargo no se oyó una sola voz que haya hecho referencias a que ésta no es la primera vez que ocurre un hecho similar.
En 2013, y con la firma de los entonces jueces Ricardo Lorenzetti, Carlos Fayt, Enrique Petracchi y Juan Carlos Maqueda, la Corte Suprema de Justicia ya había suspendido los comicios para gobernador y vice en Santiago del Estero. Lo mismo ocurrió en 2019 cuando quien había interpuesto la acción era el Partido Justicialista y el entonces candidato a gobernador de Río Negro, y hoy Ministro de Justicia de la Nación, Martín Soria.
El Justicialismo tiene memoria corta y tergiversada.
Los argumentos suelen ser similares, la Corte dice que busca evitar la perpetuación en el poder, de acuerdo a lo que estipulan las normas legales vigentes en la Argentina.
¿Ahora bien, por qué molesta lo de ahora y no lo de Río Negro de hace cuatro años? Porque cambian quienes están involucrados en el reclamo y quienes son los supuestos beneficiarios de la medida, como si pudiera reducirse a quienes hicieron el planteo, sin entender que todos los ciudadanos y la democracia son quienes se ven favorecidos por las medidas.
Sin embargo no habló de eso el Presidente de la Nación Alberto Fernández cuando en cadena nacional afirmó que la Corte se arrogó ‘una competencia de dudosa legitimidad’, que en definitiva es la misma que ya se había arrogado antes, y que él convalidó con su silencio, o que el fallo ‘deja a la democracia como rehén de un grupo de jueces’, desconociendo que la Corte Suprema de Justicia es, en última instancia, el garante de la constitucionalidad de las medidas de gobierno y, en consecuencia, de la consolidación democrática.
Lo que ocurre no es que el Presidente no conozca las normas, lo que ocurre que necesita realizar un discurso que sea de agrado hacia dentro de su frente que lo tiene, como se dice habitualmente, contra la pared. Curioso que un profesor de derecho desconozca cuestiones tan básicas como ésta.
Pero el fallo de la Corte pone sobre el tapete una cuestión mucho más profunda que es la perpetuación en el poder de ciertos dirigentes políticos, tales los casos de Gildo Insfrán en Formosa, que busca su octavo período de gobierno consecutivo y que fue denunciado ante la Corte.
Estos son los casos más visibles y de indudable impacto político, pero no son los únicos. El profesor Sergio Robles fue claro al respecto hace unos días, ‘Algunos de quienes fueron elegidos para responder ante el electorado sobre sus actos de gobierno se convierten en una especie de pequeños monarcas, con quienes el común de los vecinos no puede acceder, dejando de rendir cuentas a sus electores, disponiendo discrecional y arbitrariamente, de los recursos y de la información pública. Dejaron de ser servidores públicos, como la vida republicana exige.’
Y esta realidad se vive en numerosos Distritos donde los Intendentes se aferran al cargo por varios períodos argumentando que cuentan con el respaldo popular, ocultando adrede lo desigual de la competencia entre quien detenta el poder por transcursos temporales tan amplios y quienes pretenden acceder a él.
Esto es lo que ocurre en Zárate, donde la ambición de poder, negocios y negociados del Intendente Municipal hizo que, por ejemplo, le mintiera a los vecinos con un falso nombramiento en el Ejecutivo Nacional cuando en realidad lo que se hacía era un atajo para intentar burlar la legislación vigente. Ambición que, por ejemplo, impidió que surjan nuevos liderazgos que busquen interpelar a la sociedad y ser su representación gubernamental.
Cierto es que la realidad de Osvaldo Cáffaro difiere de los casos sobre los que falló la Corte, porque es una jurisdicción inferior y porque la normativa que le impedía una nueva reelección fue suprimida por ley porque los políticos que la aprobaron tienen menos palabra que una película de Chaplin.
Pero ¿Quién puede dudar que el espíritu de los sucesivos fallos de la Corte con diferentes composiciones de jueces va en el sentido de acentuar ‘la virtud republicana de desalentar la posibilidad de perpetuación en el poder al darle sentido a la noción de periodicidad de los mandatos’, según sus propias palabras?
¿Quién puede dudar que el accionar de Osvaldo Cáffaro va en el sentido exactamente opuesto a esa virtud republicana?
Decía Robles que ‘Que estas observaciones no nos dejen una idea poco feliz de la vida política en democracia. En estos cuarenta años de su recuperación, son quizás mayores y poco visibles, los ejemplos que podemos encontrar de auténtica vocación política de servicio, pero es necesario que los defectos que observamos puedan servir para repensar la República y realizar los cambios necesarios a partir de una reforma política integral que establezca limitaciones en el tiempo de quienes ejercen el poder, acompañada de un sistema de incompatibilidades para que las limitaciones no sean burladas.
Perfeccionar la democracia implica mayor participación popular y una mirada crítica y no dogmática de la realidad social.’
Esa es la tarea que nos debemos.
¿Osvaldo Cáffaro lo entenderá?
¿Osvaldo Cáffaro lo hará?
‘Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror.’
RODOLFO WALSH – AGENCIA CLANDESTINA DE NOTICIAS
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