La última semana, dos personas a las que quiero y aprecio, y que tienen muy poco en común entre ambas, compartieron conmigo sus impresiones respecto a su vida y sus vivencias en los últimos 35 años. Ambos arrancaron el camino de la vida un poco antes que yo, con lo que sus experiencias respecto a ciertos hechos históricos difieren de los míos, por eso esta carta, para contarles que las cosas no siempre son como ellos las ven.
Martín me comentó, a propósito de los 35 años de democracia, que a él le habían tocado las tres etapas. La lucha por la democracia, la ilusión cuando se conquistó la democracia y la desilusión posterior, y que las tres etapas lo encontraron luchando por sus ideas y sus utopías. Tivi me compartió sus experiencias como espectadora del Juicio a las Juntas Militares, y la desilusión que le generaba el ver como hijos de puta como Rádice, mofándose de la Justicia, participaba del juicio sin asumir sus culpas.
Me resultó curioso que en paralelo y sin conocerse ambos hayan compartido sus vivencias conmigo, y me pareció encontrar un hilo conductor entre ambos comentarios, una suerte de asunción de ver como las ilusiones que se tenían no se pudieron llevar a cabo. No una derrota, muy por el contrario sé que ambos siguen peleando, pero sí el reconocer que no se pudo hacer lo que se quería.
Pero a diferencia de Ismael Serrano, que en una suerte de reclamo generacional le cantaba a su padre ‘Papá cuéntame otra vez que tras tanta barricada | Y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada | Al final de la partida no pudisteis hacer nada | Y bajo los adoquines no había arena de playa | Fue muy dura la derrota, todo lo que se soñaba | Se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas’ yo quiero decirles a Martín y a Tivi que no hubo derrota, que nada se pudrió, que solamente la construcción es más lenta y que queda mucho por hacer.
Sin dudas que en estos años de democracia en Argentina hubo muchas frustraciones y desilusiones, incluso muchas podrían tildarse de traiciones, pero de eso se trata la construcción de la sociedad, de avanzar (y a veces retroceder), sumando a los buenos y a los no tantos, intentando hacer a un lado a los traidores. Y sin ser conformista, es justo reconocer que, aún con esas derrotas y desilusiones, es mucho lo que se ganó.
Se ganó la democracia, que aún es imperfecta, qué aún no da de comer, ni educa, ni cura como quisiéramos, pero que es infinitamente mejor a la mejor de las dictaduras. Quizás la mejor síntesis de esto es lo enunciado por Raúl Alfonsín, quien consultado sobre el éxito o el fracaso de su gobierno manifestó ‘mi triunfo fue ponerle la banda a otro Presidente constitucional’, algo que no había podido lograrse por 62 años en la Argentina.
Es mucho lo que queda por hacer, y es tarea de las generaciones que siguen el asumir la responsabilidad y tomar la posta para la construcción de lo que falta.
A ustedes, que arrancaron antes en el camino, les queda la satisfacción de ver el vaso medio lleno y saber que, pese a todo, es mucho lo que han hecho. ¿Se podría haber hecho más? Quizás. ¿Se podría haber hecho mejor? Probablemente. Pero se hizo. Y se hizo siempre creyendo que era lo mejor que se podía hacer. Se hizo convencido de estar haciendo lo que se debía hacer.
Porque hay que seguir el consejo de aquel pintor de 29 años, de Mercedes (ya se ve que el mundo funciona en equilibrio, es oriundo del mismo pueblo que Jorge Rafael Videla, aquel genocida y dictador por cuya fecha de nacimiento se instituyó en Argentina el Día del Hijo de Puta el 2 de agosto) quien cuando a la salida de su declaración en el Juicio a las Juntas Militares le consultaron ‘¿no se te ocurrió irte del país? No jamás, y ahora menos que menos, con todo lo que aprendí, yo me tengo que quedar’.
Gracias Martín, gracias Tivi por lo que nos enseñaron, nosotros tampoco nos vamos del país, con lo que ustedes (y tantos otros como ustedes) nos enseñaron, nos tenemos que quedar.
La lucha no está perdida, sólo es un poco más larga de lo que pensamos.
PD: Por invitarnos a ser parte del Juicio a las Juntas como si hubiésemos estado allí en aquel frío invierno de 1985, quiero compartir la carta que Tivi me compartió.
Agosto 1985.
Mi relato sobre el día que presencié el juicio histórico a los militares de la dictadura.
Por razones que no vienen al caso, llegó a mis manos en diciembre del 2018, una carta que yo escribí a mis 27 años en la que relato mi experiencia de un día en el palacio de tribunales, ese invierno de 1985.
Acá va la transcripción textual:
“El día que yo fui, fue un día especialmente intenso porque se estaba esclareciendo el asesinato de Elena Holmberg y Marcelo Dupont. Declaró primero Gregorio Dupont, hermano de Marcelo Dupont, quien llevó todo tipo de pruebas, inclusive fotos, sobre las relaciones entre Massera y Montoneros, Licio Gelli y la P2. Dijo que Massera y Firmenich se reunieron en París (llevó fotos de esa reunión) y Massera le pagó a Montoneros un millón de dólares para que no volaran a la mierda el estadio de River en la inauguración del Mundial 78´. Firmenich aceptó no hacer quilombo durante el mundial y firmaron un acuerdo de paz. La Holmberg estaba enterada de esto, y a la pobre le costó la vida…
Dupont dio muchísimos datos sobre todo tipo de trenzas entre la Armada, Licio Gelli, la P2 y toda la mierda que te puedas imaginar.
Si bien la declaración de Dupont fue interesante, no me llegó afectivamente tanto como las declaraciones que le siguieron.
Después de Dupont declaró un teniente de Fragata retirado de 33 años llamado Radice. El “pichoncito” ese trabajó con Astiz en la ESMA durante la época más pesada. Desde que se retiró se dedica a la “importación de armas”
La declaración de este tipo fue para mí algo increíble, no sé si voy a poder transmitirte lo que sentí.
El tipo estaba bien entrenado para contestar ambiguamente a casi todas las preguntas del fiscal, él contestaba “No recuerdo” o “Negativo”. Repetía en todas las contestaciones “Yo obedecía órdenes de la superioridad”. Le preguntaron quiénes eran sus superiores y él sostuvo que él conocía sólo al capitán al cual el reportaba sus “tareas” (o sea que sostenía que sólo conocía al “eslabón” inmediatamente superior a él en la cadena de hijos de puta)
Cuando le preguntaron cuál era su tarea concreta, él contestó “mi tarea era accionar las armas”. El fiscal le pidió que aclarara un poco más y él repetía: “El superior me marcaba un blanco y yo accionaba las armas”.
Moreno Ocampo presionaba muchísimo para que el tipo hablara, pero el tipo repetía incansablemente la misma frase.
Hasta que el fiscal decidió cambiar el tipo de preguntas y le pidió un ejemplo del “accionar las armas contra un blanco que le marcaba la superioridad”. El milico le contestó “Bueno, por ejemplo Ud. me marca como blanco esa ventana y yo acciono las armas contra esa ventana”. El fiscal después le preguntó: “ Digame ¿los “ blancos” eran “ móviles” o ud accionaba las armas dentro de la ESMA a blancos fijos? ( Obviamente Moreno Ocampo quería saber si este tipo mataba gente en pelotones de fusilamiento en la ESMA o si hacía mierda gente en operativos) . El milico contestó:
“Los blancos eran móviles”.
Fiscal: “¿O sea que Ud debía buscar al “blanco” para “accionar las armas”?. El milico no respondió.
La última pregunta que le hizo Moreno Ocampo fue: “¿Alguna vez la superioridad le marcó como blanco un ser humano?”, y aunque no lo creas el milico contestó “No recuerdo”…
En ese momento, toda la sala se perturbó, la gente se puso muy mal, y el presidente del tribunal amenazó con desalojar la sala si no se hacía silencio. Todo el mundo gritaba “Hijo de puta” y yo lloraba…
No podía parar de llorar y pensaba ¿cómo es posible que la especie humana pueda producir individuos como “esto”?. Lloraba con una angustia que me venía del fondo de las tripas.
Me olvidé de contarte que allí me encontré con Sandra Rubín y Raúl (no sé cómo se llama de apellido, pero estaba en OSPLAD aquella vez que fuimos con Claudio y Sarita ¿lo ubicás?). Los tres llorábamos y Raúl me decía ¿cómo pudiste venir sola?
Después declararon dos señoras, a una de las cuales le mataron en un operativo a un hijo, un minuto después a la nuera, (ella vio todo) y mientras otro de sus hijos se tiraba por la ventana de un cuarto piso. Una semana después desapareció otro hijo más. La señora evidentemente no estaba bien, no coordinaba del todo, repetía: “Tiraron durante 5 horas, tiraron durante 5 horas, yo estaba con mis nietitas (hijas del que mataron) abrazada y no me moví durante esas 5 horas…”
Por supuesto, es imposible que hubieran disparado 5 horas (para qué, si ya habían hecho mierda a todos en segundos) y el defensor se agarró de eso para descalificar toda la declaración de la señora, alegando elegantemente que la señora estaba loca.
Ese día declararon 12 testigos (no te voy a contar en esta carta todas las declaraciones porque te aburriría)
La última declaración nos impresionó muchísimo a los tres (Sandra, Raúl y a mí), supongo que porque era un chico de 29 años, pintor, de Mercedes pcia de Bs As, que estuvo desaparecido en cautiverio 3 años (por supuesto torturado también). Relató todos los pormenores (terribles) de esos tres años (entre los 20 y los 23 años de edad).
Cuando salíamos (comenzó a las 15.00 hs y nos fuimos a las 21.30 hs), nos pusimos a charlar con él. Creo que no me voy a olvidar nunca de su cara. Se llama Javier Caferato. Ese día fue un día de lluvia, y como te hacen dejar afuera (en una especie de guardarropas en la entrada) todo objeto de metal, todos salíamos caminando juntos hacia ese lugar para retirar nuestros paraguas.
Raúl y yo no podíamos dejar de mirar a ese pibe y se nos caían las lágrimas. En un momento, el pibe le pasa el brazo a Raúl por encima del hombro y le dijo: “Pero qué te pasa, mirá si estoy bien, tengo novia, tengo las manos y las piernas, casi te diría que soy un privilegiado porque estoy acá contándote lo que me pasó. Peor fue para los que se murieron. Uno en la vida se recupera de todo” y muchas cosas más… yo no podía evitar seguir llorando mientras lo escuchaba.
Sandra en un momento le preguntó: “¿no se te ocurrió irte del país?” “No jamás, y ahora menos que menos, con todo lo que aprendí, yo me tengo que quedar”.
Realmente por momentos cerraba y abría los ojos de nuevo porque dudaba de si lo que escuchaba era cierto o era una película.
Lo más impresionante era que estábamos ahí todos juntos hablando, el chico que fue torturado, el teniente de fragata (que no hablaba) y la señora a la que le habían matado a sus hijos. Todos en la misma cola para pedir los paraguas. El teniente de fragata tomó el 59 y yo el 67. Ese tipo camina por Buenos Aires como todos nosotros y yo no lo podía creer cuando lo vi salir de tribunales junto conmigo!
No sé si puedo explicar todo lo que sentí y pensé ese día, una inmensa tristeza, culpa, responsabilidad, miedo, bronca e impotencia, todo junto y muy fuerte.
Es una pena que no hayas estado acá para para vivirlo, porque creo que para mí fue una experiencia importantísima. Espero no olvidármelo jamás y que ningún argentino lo olvide.
Son las 00.45 hs . Voy a interrumpir la carta acá. Mañana sigo. Un beso”
Publicado en Diario 16, España.