Un gobierno no puede juzgarse tan sólo por una variable, los análisis deben ser multidimensionales y cada observador privilegiará uno u otro aspecto de acuerdo a como establezca los contrapesos acerca de las cuestiones que analice. Así, y a modo ejemplo, variará mucho el análisis del gobierno de Raúl Alfonsín si se enfatiza en las cuestiones institucionales y procedimentales, resumidas en la constitución y consolidación de la democracia en el país o si se pone énfasis en la cuestión económica. Algo similar podemos analizar para la Administración Macri.
Una de las banderas que más alto enarbolaba la coalición Cambiemos era la de la honestidad, y aunque ésta no es un fin en sí mismo, es algo imprescindible para poder tildar de bueno a un gobierno, y para ello se necesita algo sencillo pero escaso, principios, valores.
No se necesitan préstamos de organismos internacionales ni ajustes fiscales, no se necesitan de mayorías parlamentarias ni de acuerdos interpartidarios, no se necesita del mejor equipo de los últimos cincuenta años ni de tecnicistas dueños de soluciones mágicas, se necesita de personas honradas dispuestas a cumplir en los hechos con la palabra empeñada.
Y Cambiemos empeñó su palabra de hacer de su gestión un gobierno honesto… y quizás lo sea, pero las pruebas comienzan a demostrar que el mismo está infectado desde sus bases, desde sus orígenes.
Los responsables de las campañas electorales de los últimos dos comicios (los únicos dos en los que se presentó Cambiemos como tal, lo cual le otorga un 100% de efectividad) no pueden justificar parte de los aportes por los cuales dieron fe al firmar los balances de campaña. Y quienes aportaron a las campañas no pueden dar fe, más que su palabra, del dinero aportado. Todo demasiado endeble para una problemática tan compleja.
Es claro entonces que perdimos una oportunidad.
Y la perdimos todos los argentinos, no sólo quienes son parte de Cambiemos, porque la argumentación de quienes critican su accionar no es que son turbios en sus manejos sino ‘nos acusaban de haber robado y terminan siendo lo mismo’, o sea lo que se cuestiona no es el proceder sino el discurso previo buscando meter a todos en la misma bolsa, como dice el vulgo.
El gobierno, y la propia coalición, tienen la obligación de dar explicaciones, apartar y denunciar a quienes urdieron tal entramado ilegal y garantizar que esta realidad no se repita. Y tiene que hacerlo de manera urgente… y contundente.
No alcanza con discursos de ocasión, la situación es lo suficientemente grave como para que las principales autoridades de la coalición, si están libre de pecado, en lugar de tirar la piedra y esconder la mano hagan una presentación judicial conjunta y brinden una conferencia de prensa en la cual den las explicaciones que la ciudadanía precisa.
No alcanza con hacer lo que hay que hacer… hay que hacerlo bien.
Publicado en MDZOL, Mendoza.
https://www.mdzol.com/opinion/807133-una-oportunidad-perdida/