Finalmente el huracán Odebrecht llegó a tierras argentinas. Tras la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski y la detención de Luíz Inácio ‘Lula’ Da Silva, parece llega el turno local, aunque en nuestro caso aún no incluye ni Presidente ni ex Presidentes.
Tiempo atrás los dueños de Odebrecht admitieron ante la justicia estadounidense haber pagado 36 millones de dólares a funcionarios argentinos hasta el 2015 para manipular diversos contratos de obra pública entre ellos el tantas veces anunciado soterramiento del Ferrocarril Sarmiento durante su paso por la Ciudad de Buenos Aires.
Era llamativo como esta causa avanzaba en los diversos países y sin embargo en la Argentina aparecía como que estaba ‘cajoneada’. Muchos atribuían esta demora a que entre los acusados locales está el primo del Presidente de la República, Ángelo Calcaterra, pero esa teoría cayó por su propio peso puesto que el juez federal Marcelo Martínez De Giorgi lo citó a indagatoria junto a otros 48 acusados, incluidos el propio Marcelo Odebrecht, preso en Brasil, y diversos funcionarios del gobierno anterior.
En su defensa, cuando se la acusaba de pago de coimas y de favorecer a ciertas empresas, la ex Presidente Cristina Fernández decía que eso no era así puesto que IECSA, la empresa de Calcaterra, había sido favorecida en muchas ‘licitaciones’. Lo que sospecha el juez es que dichos actos administrativos no eran tales, sino que eran meras puestas en escena para garantizar negocios y negociados a propios y ajenos, incluidos funcionarios públicos que habrían recibido retribuciones por los servicios que prestaban.
Tendrá oportunidad Julio de Vido de demostrar su inocencia y el honorable accionar propio y de colaboradores durante su extensísima gestión al frente del Ministerio de Planificación y de esa manera descorrer las sospechas que tenemos todos en cuanto a que quien ejerció la Primera Magistratura no podía desconocer lo que ocurría a metros de su despacho.
Cantaba Gustavo Cerati que ‘tarda en llegar y al final hay recompensa’, y según parece la habrá para quienes propugnamos una justicia que no se baje la venda para ver a quien juzga sino que mida con una misma vara el accionar de todos.
El dinero sucio de la corrupción hizo que haya menos inversión pública en nuestro país, y que la que hubo no necesariamente fuera de la calidad que necesitamos y merecemos, puesto que según sospecha el juez no se privilegiaba la calidad de las obras sino la cantidad de las coimas.
No pareciera ser el caso, pero ojalá ésta sea la punta del ovillo del cual se pueda tirar para desentrañar la maraña de casos de corrupción que han sido denunciados a lo largo de los últimos años, la sociedad argentina lo merece.
Artículo publicado en La Reforma, General Pico.