El pasado 25 de marzo, se cumplieron 40 años del asesinato de Rodolfo Wlash a manos de los Grupos de Tareas de la Escuela Mecánica de la Armada.
Walsh fue periodista y escritor, y entre sus obras se destacan Operación Masacre y ¿Quién mató a Rosendo?, y en la década del 70 se había incorporado a Montoneros, de quienes comenzó a marcar diferencias tras el pase a la clandestinidad de la agrupación durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.
Tras el Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, y el recrudecimiento de la represión, el accionar de Walsh también debió realizarse en la clandestinidad, dado que se sabía buscado por el Grupo de Tareas 3.3.2, dependiente del contraalmirante, Rubén Jacinto Chamorro y en el que reportaban delincuentes de la talla de Alfredo Astiz, Jorge ‘Tigre’ Acosta y Ricardo Cavallo, quien fuera condenado tras ser detenido en México, extraditado a España y finalmente juzgado en Argentina.
Entonces Walsh, que había sufrido en carne propia el golpe de la represión tras la muerte de su hija María Victoria en manos de las Fuerzas Armadas, se retiró a lo que creía era una zona menos peligrosa donde retomó su pasión por la escritura. En San Vicente, a 50 km de la Ciudad de Buenos Aires comenzó a gestar a finales de 1976 una carta en la que denunciaría la situación que vivían los argentinos por esa época.
Cuando la concluyó, en marzo de 1977, la tituló Carta abierta de un escritor a la Junta Militar y fue el primer relato detallado y contundente de lo que estaba pasando en el país. Para su escritura Walsh contó con informaciones de diversas fuentes, desde ex detenidos y militantes hasta de miembros de las fuerzas represivas, baste como ejemplo que el documento con el que el escritor se movía había sido proporcionado por un comisario peronista.
Con diez copias en su portafolios y una pistola en la cintura, Walsh viajó de San Vicente a Buenos Aires para despachar a diversos medios y agencias internacionales su escrito, pero al acercarse a Entre Ríos y San Juan, donde tenía prevista una cita que había sido delatada, fue interceptado por miembros del Grupo de Tareas que lo baleó y lo secuestró, desde entonces permanece desaparecido.
En el escrito Walsh realizaba una radiografía de la realidad argentina, y a diferencia del diagnóstico oficial de la cúpula de Montoneros que situaba a la situación política como la cuestión más grave de la dictadura militar, él daba más importancia a la esfera económica aunque, claro está, sin descuidar el ámbito político, puesto que entendía que en los balances oficiales de la época, realizado por las autoridades militares, ‘lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades’. Y denunciaba la desaparición de personas al denunciar que ‘colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional.’, responsabilizando al gobierno por tal situación afirmando que ‘las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre “violencias de distintos signos” ni el árbitro justo entre “dos terrorismos”, sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.’
Pero la claridad de sus palabras no se agotó, como decíamos, en la cuestión política, pues Walsh entendía que la cuestión económica era la razón de ser de la dictadura militar. Afirmaba Walsh que ‘estos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada.’, y listaba las consecuencias de la política económica implementada tras el Golpe de Estado. Lo resumía Walsh diciendo que ‘congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9%12 prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.’
Releyéndola tanto tiempo después, aún estremece la claridad conceptual de Rodolfo Walsh. En las precarias circunstancias en que desarrollaba su profesión, acorralado por las fuerzas represivas y cuestionado por sus propios compañeros dadas sus críticas internas fue capaz de describir y denunciar la realidad del país como nadie lo hizo hasta el alegato del Fiscal Julio César Strassera en el Juicio a las Juntas Militares desarrollado 8 años después.
Y premonitoriamente cerraba su Carta afirmando que ‘estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.’. Tan claro tenía la situación que su certeza se materializó ese mismo día.
Pero queda su obra, su ejemplo de compromiso, su decir las cosas como son, su fidelidad a la verdad.
En una carta a su hija muerta por la represión, Walsh le dedicaba palabras de padre cargadas de compromiso y amor. Le decía el 1 de octubre de 1976 que ‘El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía.’, y parafraseándolo, ahí lo guardamos y lo celebramos, en la memoria.
Publicado en Diario 16, Madrid.
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