Finalizan hoy los Juegos Olímpicos y más allá de la competencia chauvinista sobre quién ocupa un mejor lugar en el medallero, como si por ejemplo el obtener más medallas que los cinco países nórdicos nos hiciera mejor país que cualquiera de ellos, sí nos merece realizar un análisis porque nuestra actuación como sociedad ante los Juegos Olímpicos expone como somos.
Celebramos éxitos ajenos como propios, pero éxitos que no se sustentan sobre un trabajo dedicado sobre la base un proyecto sólido basado en la base de la autosuperación, y en plena euforia exitista desdeñamos grandes esfuerzos anónimos tan sólo porque no obtuvieron medallas como premio.
Más allá de las circunstancias particulares de Juan Martín del Potro para sobreponerse a sus dificultades físicas, su ejemplo no es el de un deportista olímpico sino el de un deportista exitoso que decide participar de unos Juegos Olímpicos, y de los que participa por su desempeño personal en el circuito profesional de su deporte y no por haber alcanzado una clasificación mínima para ser olímpico. En un paso intermedio se encuentran aquellos deportistas que son profesionales, pero que debieron ser parte de un proceso selectivo específico para poder tomar parte de la cita olímpica, y los planteles de básquet o voley son ejemplos de ello. En contraposición, el ejemplo de Fernanda Russo, que con 16 años, desarrolla su carrera deportiva en el ámbito amateur y poco a poco va abriéndose camino propio en su disciplina.
Como se ve, si bien todos forman parte de la delegación del Comité Olímpico Argentino, los objetivos que movilizan a cada uno son muy dispares, y los argentinos debemos aprender de ello. Aprender en el buen sentido. Aprender en lo mejor que pueden enseñarnos.
Aprender en planificar y en desarrollar paso a paso las herramientas para alcanzar el objetivo, como el caso del hockey sobre césped femenino o el vóley, que más allá de obtener o no obtener medalla, son producto de la planificación en pos de algo concreto, y no el ejemplo del futbol, que es la consumación de una concepción de desorganización y corrupción que no debería guiar nuestro accionar.
El modelo olímpico enseña mucho, pero no por obtener una medalla sino por ejemplo de perseverancia. Por eso es de destacar lo de Lange y Carranza, quienes como parte de su organización pre competitiva se instalaron meses antes donde se desarrollarían las regatas para estudiar el terreno, evaluar alternativas y generar los mejores planes de acción. Las medallas no son más que el premio a todo lo anterior, pero no siempre la mejor tarea se plasma en una medalla por un sinfín de circunstancias, y, en consecuencia, lo que se debe celebrar es el proceso que lleva a un deportista a competir en un Juego Olímpico, pero no por ser bueno en lo suyo y participar de un torneo más, sino aquellos para quienes la cita olímpica es mucho más que un simple torneo sino el momento en el que pueden exhibir el esfuerzo de tanto tiempo.
Eso es lo que necesitamos como argentinos. Establecer un objetivo, planificar su consecución y ejecutar las acciones necesarias en pos de ese propósito. Reconociendo potencialidades y deficiencias, y trabajando para poder lograr lo mejor de nosotros mismos. Debemos recordar las palabras de Julio Velasco tras ser eliminados de los Juegos cuando sostuvo que ‘hay que estar orgulloso del crecimiento de esta selección nos falta todavía un poco, aunque el crecimiento ha sido claro’ y una vez reconocido lo hecho, sin mirar atrás, pero sin olvidar desde donde se viene, estableciendo nuevas prioridades para ponerse a trabajar porque ‘dentro de dos años está el Mundial, hay que seguir creciendo y fijarse objetivos’.
De eso se trata, de un trabajo planificado en equipo, sabiendo qué se debe mejorar y cuáles son las formas de hacerlo. Sin apelar a salvaciones individuales ni a la importación de ejemplos exitosos. El modelo olímpico no es eso. Los argentinos no necesitamos eso. El ser buen CEO de una empresa petrolera no te convierte, por carácter transitivo, en buen ministro de energía. El buen ministro de energía es el que estudia, se prepara, se forma, se capacita, planifica, proyecta… y además puede ser un buen CEO de una petrolera… o no.
Necesitamos trabajar juntos detrás un objetivo común. Y, como diría Velasco, trabajar con lucidez, porque ‘Podes estar con mucha garra, gritarla y después perder la pelota. Eso no sirve. El último de los problemas es las ganas de ganar. El dar todo. Precisamos la lucidez porque probablemente vamos a jugar con un equipo superior a nosotros y hay que usar todo: el físico, la cabeza, la táctica, la creatividad en el momento que corresponda. Tenemos que jugar el mejor partido de los Juegos y que nos alcance. Porque a veces eso no basta. Tenemos que jugar bien y jugar mejor que el adversario.’
De eso se trata.
Publicado en La Reforma, General Pico.
http://www.diariolareforma.com.ar/2013/el-modelo-olimpico/