Coautoras Julieta Romagnoli y María Emilia Romagnoli.
Toda sociedad gestiona, acciona, decide direcciona por una compleja estructura de valores éticos, morales y económicos.
En una mirada rápida de la sociedad en que vivimos, podemos advertir que la productividad como valor preponderante nos lleva día a día a malas decisiones, o lo que es peor, a actuar sin decidir, impulsivamente, sin medir consecuencias a mediano y largo plazo. La cuestión de la instantaneidad, de la satisfacción instantánea sin considerar lo que ello provoca.
Es lo que cantaba Luca Prodan en los ochenta, ‘no sé lo que quiero, pero lo quiero ya’ o la actual campaña de la entidad bancaria que nos propone ‘viví tu vida hoy’… como si no hubiera vida, y posibilidad de vivirla, mañana.
Ejemplo de ello son nuestros residuos. Preocupados por el consumo, no tomamos en cuenta las consecuencias de nuestro consumo, y privilegiamos la comodidad por sobre la sustentabilidad.
Si desechamos rápidamente todos los residuos sin detenernos a pensar donde van a ir a parar, cuanto contaminan, si son reciclables o no, reutilizables o no, comercializables o no… no pensamos a futuro y en algún momento nos tapará, enfermará y condicionará la podredumbre.
Somos parte de la generación que más hace por la conservación de su ambiente pero, paradójicamente, también somos parte de la generación que más hace, consciente o inconscientemente, por su destrucción. Pese a que es un derecho constitucional, y así lo rescata la propia Carta Magna en su artículo 41, ‘Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley.’, es una realidad que no se cristaliza de manera contundente en nuestro día a día.
Hoy se privilegia la comodidad, como consumidores, y la ganancia económica, como productores de bienes, por encima de cualquier otro valor. Así florece el use y tire, sin importar como ni donde se tira, o la producción sin cumplir, siempre y en todo momento, con estándares internacionales de conservación del ambiente.
En cambio, si como sociedad comenzamos a barajar otros valores, ¡¡¡hay mucho por hacer!!! Es momento de comenzar a recuperar valores, y que éstos excedan al mero valor monetario de las cuestiones, como decíamos al comienzo, todo es cuestión de valores… pero no todo es cuestión de valores.
Es necesario que como sociedad procuremos recuperar la satisfacción de nuestras necesidades y gustos, pero que esta satisfacción no se realice a cualquier costo. Es necesario que recuperemos como un valor el luchar por una vida mejor, aunque nosotros no la veamos, como sostenía José Antonio Labordeta, ‘También será posible | que esa hermosa mañana | ni tú, ni yo, ni el otro | la lleguemos a ver; | pero habrá que forzarla | para que pueda ser.’
Publicado en La Reforma; General Pico.
www.diariolareforma.com.ar/2013/valorar-los-desechos-o-desechar-los-valores/