Cuando la historia te guiña el ojo y te das cuenta de que ya viste esta película 🎬
La historia no se repite, pero qué bien que sabe hacer cosplay de sí misma. Es como una suerte de espiral borgeana en la que, corridos apenas un poco, nos parece estar en la misma situación pero con otros actores y peor vestuario. Y por estos días estamos dando otra vuelta que nos ubica poco más de 30 años atrás, cuando el peronismo, de la mano de Carlos Saúl Menem y sus patillas de Wolverine, ganó las elecciones parlamentarias de 1993.
Sí, leyeron bien: 1993. Años después de haber implementado la convertibilidad, con privatizaciones masivas de las principales empresas estatales, aumento del desempleo, caída de la industria nacional, denuncias de corrupción y demás hits de los noventa (además de los Backstreet Boys y el tamagotchi), el peronismo ganaba las elecciones de 1993 con un arrasador triunfo, obteniendo mayoría en ambas cámaras. El justicialismo sacaba el 43,47% de los votos mientras la economía crecía un 8% y el boom de consumo hacía que muchos creyeran que Argentina se había convertido en el País de las Maravillas.
Eran épocas del fin de la historia y la imposición del capitalismo por doquier, épocas en las que no estaba bien visto disentir con el discurso dominante, épocas en las que alzar la voz en favor de la empatía y la solidaridad no atraía votos sino miradas de ‘¿y este de dónde salió?’. Mientras tanto, las góndolas se llenaban de productos extranjeros y las empresas pequeñas y medianas iban perdiendo ventas, pero hey, podíamos comprar en los shoppings y viajar a Miami, así que todo bien, ¿no? 🛍️✈️
El menemismo 2.0: ahora con motosierra incluida ⚡
Y sin embargo lo hicimos. Nos plantamos. Y lo volveremos a hacer.
Porque la historia no se terminó (spoiler alert: Fukuyama se equivocó) y las políticas llevadas adelante por el Presidente Javier Milei son un upgrade, un reload, un menemismo con esteroides de aquellos gloriosos ’90. Es el mismo disco pero remasterizado, con mejor producción pero las mismas letras pedorras.
Porque ya sabemos cómo acaban estas políticas. Ya vimos esta serie y conocemos el final de temporada: la deuda pública creció una enormidad a pesar de que se vendieron la mayor parte de las empresas públicas. Vendieron hasta las macetas de la Casa Rosada y aun así el país terminó endeudado hasta las cejas. ¿Les suena conocido? 🤔
Las similitudes que duelen (pero que hay que nombrar)
Comparemos, porque los paralelismos son tan evidentes que hasta un libertario los vería si tuviera ganas:
Menem ganó con el 48,51% en 1989, Milei con el 40,65% en 2023. Ambos llegaron al poder prometiendo una cosa y haciendo exactamente la contraria. Ambos hablaron de ‘revolución’ mientras aplicaban el manual del Consenso de Washington como si fuera el nuevo testamento.
Menem privatizó Entel, Aerolíneas Argentinas, YPF, Gas del Estado, ferrocarriles, empresas de agua, luz y gas. Milei ya privatizó IMPSA y tiene en la mira a Enarsa, Nucleoeléctrica, AySA, Trenes Argentinos, Belgrano Cargas, Corredores Viales, Aerolíneas Argentinas, Radio y Televisión Argentina, Correo Argentino y el Banco Nación. Es literalmente el mismo menú, solo que ahora lo llaman ‘transformación de empresas públicas’ porque suena más cool. 😎
Como dijo Roberto Dromi, aquel ministro menemista: ‘Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado’. Milei, más directo y sin filtro, sostiene que ‘todo lo que pueda estar en manos del sector privado, se venderá’. Misma película, peor actuación.
La batalla que nunca termina (pero que algunos fingen no dar) 🥊
No importa que Milei haya ganado con menos votos que Menem. No importa que nos quieran hacer creer que nuestras ideas son antiguas, que ya no tienen vigencia, que somos ‘dinosaurios del paleolítico progre’. No importa que nos digan que la historia terminó, que el mercado es Dios y que la mano invisible nos va a salvar (¿de qué? Nunca queda claro).
Seguiremos de pie dando la batalla ideológica, la batalla cultural, pero en serio, de la que hablaba Antonio Gramsci, no esta edulcorada, marketinera y vacía que nos plantean ahora con frases hechas y memes robados.
Gramsci no era libertario (sorpresa) 📚
En sus Cuadernos de la cárcel (que escribió en una prisión fascista, no en un think tank financiado por Silicon Valley), Gramsci advierte que toda clase dominante no se impone solo por la fuerza, sino también por el consenso. A ese consenso lo llamó hegemonía, y lo definió como la capacidad de una clase para presentar sus intereses particulares como si fueran los intereses de toda la sociedad.
La hegemonía se construye en el ámbito de la cultura, a través de las escuelas, la prensa, la religión, el arte, y las formas cotidianas del sentido común. En ese espacio simbólico, la dominación se vuelve aceptada, e incluso deseada, porque parece natural. Como decía Gramsci (y esto les va a doler a los que se creen revolucionarios libertarios): ‘la clase dominante fortalece y consolida su predominio económico a través de la dirección cultural de la sociedad, construida mediante las instituciones educativas, religiosas, lo definió como la capacidad de una clase para presentar sus intereses particulares como si fueran los intereses de toda la sociedad.
La batalla cultural de verdad vs. la batalla cultural trucha
De ahí que la ‘batalla cultural’ sea, para Gramsci, la condición previa de toda transformación política. Como explica el politólogo Íñigo Errejón: ‘un grupo o actor concreto con unos intereses particulares es hegemónico cuando es capaz de generar o encarnar una idea universal que interpela y reúne no sólo a la inmensa mayoría de su comunidad política sino que además fija las condiciones sobre las cuales quienes quieren desafiarle deben hacerlo’.
Antes de tomar el poder, hay que disputar el sentido común; antes de conquistar el Estado, hay que conquistar las mentes. No basta con tener un programa político o un proyecto económico alternativo: es necesario producir una nueva forma de ver el mundo, una nueva narrativa que cuestione las ideas dominantes y ofrezca una visión coherente y deseable de la realidad.
La actualidad de Gramsci radica en que anticipó el terreno donde hoy se juega gran parte de la política contemporánea. Las disputas culturales –por el lenguaje, por los valores, por la interpretación del pasado, por los modelos de familia, por la relación con el Estado o el mercado- son el campo donde se definen las condiciones del consenso social. Las redes sociales, los medios masivos y los sistemas educativos son, en este sentido, trincheras de una guerra simbólica permanente.
La llamada ‘batalla cultural’ no es, entonces, una cruzada moral ni un capricho ideológico: es la comprensión gramsciana de que quien domina la cultura, domina la posibilidad misma de lo que se considera verdad, justicia o progreso. Y en ese campo, como en toda guerra de posiciones, no gana quien grita más fuerte (aunque ayuda tener un programa de streaming), sino quien logra que su visión del mundo se vuelva la más plausible, la más sensata, la más ‘normal’.
Y acá viene lo irónico: la derecha entendió más rápidamente que la izquierda las enseñanzas de Gramsci. Ellos leyeron al comunista italiano y dijeron ‘esto está buenísimo, lo vamos a usar para defender el statu quo’. La derecha hace Gramsci mejor que la izquierda, y eso duele más que una patada en la espinilla. 💔
Y en esa batalla estamos (otra vez, como siempre) 💪
En aquel entonces, con el menemismo 1.0, perdimos una batalla pero no la guerra. El tiempo lo demostró. La convertibilidad colapsó, el régimen de convertibilidad estalló en 2001 a causa del déficit fiscal, llevando a la crisis económica y social más grave de la historia argentina. Las privatizaciones dejaron servicios públicos destruidos que el Estado tuvo que volver a rescatar. El ‘sálvese quien pueda’ menemista terminó con el famoso ‘que se vayan todos’ del 2001.
Hoy enfrentamos una nueva batalla, la del menemismo 2.0 con packaging libertario, y acá estamos de pie dando batalla, convencidos que la izquierda democrática tiene mucho para ofrecerle a los ciudadanos. Convencidos que el sálvese quien pueda no es el camino para que las cosas cambien y mejoren. Convencidos que el darwinismo social no es una política de Estado sino una declaración de abandono.
Mientras Milei anuncia su agenda de ‘motosierra profunda’ para adelante, envalentonado con el resultado electoral, con más privatizaciones, reforma laboral y previsional y la eliminación del 90% de los impuestos, nosotros seguimos creyendo que hay otra forma de hacer las cosas. Una forma donde la libertad no sea solo la del más fuerte para comerse al más débil.
El camino que nos espera (y que vamos a transitar igual) 🛤️
Tenemos mucho trecho por delante. El camino será arduo, con subidas empinadas y bajadas que marean. Tenemos el deber de transitarlo, y para ello tenemos que hacerlo acompañados, arropándonos, compartiendo entre quienes pensamos parecido, procurando construir una alternativa que enamore y no solo que indigne.
Porque como dijera Raúl Alfonsín (y esta cita nunca envejece): ‘la bandera de la libertad sola no sirve, es mentira. No existe la libertad sin justicia. Es la libertad del zorro libre en el gallinero libre para comerse con absoluta libertad a las gallinas libres’. Por ello hay que comenzar por la libertad de pensar en una alternativa, de imaginar un país distinto al que nos quieren vender.
Y nosotros tenemos la obligación de hacerlo. Comemos lo que queremos, cuándo queremos. Nos bañamos con agua caliente, dormimos en una cama cómoda, nos calefaccionamos en invierno y nos refrigeramos en verano. Nosotros, los que tenemos estos privilegios, no tenemos excusas.
Tenemos que dar la batalla.
Una vez más.
Porque si no la damos nosotros, que podemos, ¿quién carajo la va a dar? 🔥
‘Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información’.
RODOLFO WALSH – AGENCIA CLANDESTINA DE NOTICIAS
