Históricamente la política argentina ha estado marcada por la polarización. La famosa ‘grieta’ política que definió Jorge Lanata hace un tiempo y que sin dudas se profundizó en los últimos años, ha dividido a la sociedad en dos campos claramente definidos: el kirchnerismo y sus seguidores de un lado, el macrismo y otros con sus seguidores del otro. Este conflicto ha llevado a divisiones en familias, amistades y en la propia sociedad argentina.
En este contexto, las declaraciones del candidato del oficialismo Sergio Massa prometiendo el fin de la grieta en caso de ser electo Presidente de la República plantean varias interrogantes y escepticismo sobre la viabilidad de su promesa.
Es indiscutible que la polarización política ha tenido un impacto negativo en la cohesión social y en la capacidad del país para abordar problemas claves, puesto que gran parte de la construcción estuvo determinada por la ‘oposición a’ en desmedro del ‘en favor de’, pero Sergio Massa, ¿está en posición de cumplir con esta promesa? Quizás su ejemplo personal de ir como saltimbanqui entre diferentes construcciones políticas, en muchos casos supuestamente antagónicos entre sí, con declaraciones incluídas, pueda hacer creer a algún desprevenido que puede ‘cerrar la grieta’, pero la realidad es que lejos estamos de ello.
En primer lugar, es fundamental entender que la polarización en Argentina no es un fenómeno reciente. Si bien es cierto que se intensificó durante la gestión de Néstor Kirchner, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, tiene raíces profundas en la historia del país. Superarlo no es una tarea que un líder político pueda lograr de manera unilateral. Se necesita un esfuerzo colectivo de todas las fuerzas políticas y de la sociedad en su conjunto.
Además, las declaraciones de Massa sobre el fin de la grieta parecen carecer de un plan concreto. No se ha detallado cómo planea lograr la reconciliación nacional ni cómo pretende abordar las diferencias ideológicas y políticas que han dividido al país, no basta con anunciar un gobierno de unidad nacional si no se tiene en claro para qué ni cómo se intenta dicha unión.
Otro aspecto que suscita preocupación es que, históricamente, las promesas de poner fin a la grieta política han sido utilizadas como estrategia de campaña. En la práctica, la realidad ha demostrado que superarla es un desafío complejo, máxime cuando a la par de este anuncio se plantea que en la elección se enfrentan dos modelos de país.
¿Qué es esto sino plantear la grieta? ¿Qué imagina Massa? ¿Qué en caso de ganar impondrá su visión de país por sobre las demás? Los resultados electorales del pasado 22 de octubre exhiben que esto es imposible puesto que habrá Cámaras legislativas sumamente fragmentadas en las que ninguna fuerza contará, a priori, con la posibilidad de avanzar sin negociar.
Es fundamental recordar que la polarización política no es solo responsabilidad de una sola fuerza política. Ambos lados del espectro político han contribuido a la división del país. Promover el diálogo y la cooperación entre las diferentes fuerzas políticas es esencial, pero esto requerirá un esfuerzo sincero y constante de todas las partes involucradas, no solo de un líder.
El anuncio de Sergio Massa sobre el fin de la grieta política ha generado expectativas y dudas en igual medida. La superación de la polarización en Argentina es un desafío complejo que requiere un esfuerzo conjunto y a largo plazo de todas las fuerzas políticas y la sociedad en su conjunto. En lugar de promesas vacías, los argentinos merecemos líderes políticos que ofrezcan soluciones concretas a los problemas que enfrenta el país y que estén dispuestos a trabajar de manera colaborativa para lograr una verdadera reconciliación política de la sociedad. La polarización no se resolverá de la noche a la mañana, y cualquier intento de hacerlo debe ser respaldado por acciones concretas y sostenibles en el tiempo.
La grieta, por sí sola, no es ni buena ni mala. Es lógico que haya diversas posiciones políticas y que haya algunas que sean antagónicas, basta recordar la campaña de 1983 en la que el radicalismo proponía juzgar a los jerarcas de la dictadura mientras el peronismo garantizaba su impunidad planteando una amnistía. La clave es si la grieta es el eje de la política, si se hace política con ella, en tal caso es imposible la construcción política, el diálogo y el consenso, puesto que la grieta es la razón de ser del accionar político, es el fin último, que más allá de cualquier discurso en sentido contrario, se la exacerba.
Hay que construir a partir de la diferencia, sin imposiciones pero sin mentiras. La grieta existe y va a existir, cualquier noción en contrario es absolutista y dictatorial. Tenemos que aprender a superarla a través de acuerdos reales y concretos, no de discursos vacíos y falsos.
Massa debiera aprender de ello, su propia historia personal que demuestra que es posible surfear la grieta, que no es preciso ni posible su eliminación. Antes que la grieta, se eliminan a cambio de poder las escobas que barren los ñoquis.
Y ésta es una realidad que hay que aceptar, la lucha por el poder se da desde diferentes sitios, y es a partir de la construcción de acuerdos que se la supera temporalmente.
Si tanto le interesa el tema al candidato oficialista, en lugar de repetir como lorito la convocatoria a la unión nacional realizada por Alfonsín, bien podría comenzar por poner en práctica sus principios, los mismos a los que se opuso en su juventud cuando mientras sus compañeros de ruta silbaban al Presidente Alfonsín, éste dijera ‘Sigamos el diálogo, sigamos encontrándonos. Los invito a seguir discutiendo. No vamos a cambiar nuestras posiciones, pero estoy seguro que pueden ser perfeccionadas, que pueden ser enriquecidas. Pongámonos a discutir entre todos la manera en que podemos construir mejor la Argentina.’, pero para ello lo que hay que tener en claro es que, al igual que al líder radical, no nos deben importar los votos sino el futuro de nuestros hijos.
Si no es así, es puro bla bla.