Muchos se indignaron con las palabras vertidas por Javier Milei, quien en el último debate presidencial afirmó que en la década del ’70 en Argentina hubo ‘una guerra en la que las fuerzas del Estado cometieron excesos’ y que ‘no fueron 30 mil los desaparecidos sino “8753’, curiosamente basándose en las denuncias relavadas por la CONADEP en el Nunca Más, cifra que por otra parte en ese momento ya se señalaba como provisoria porque no se refería a desaparecidos sino a denuncias de desapariciones. Y está bien la indignación, porque ya lo había denunciado Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar del 24 de marzo de 1977, cuando afirmó que el resultado de los primeros doce meses de la dictadura eran ‘quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados’ y que ‘lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades’.
Lo había dejado claro el Teniente Coronel Hugo Ildebrando Pascarelli el 12 de junio de 1976, ‘La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal’.
Los argentinos conocemos la historia desde hace rato, quien no quiere saberla es porque no quiere. El Juicio a las Juntas expuso claramente qué es lo que había ocurrido durante la dictadura militar en la Argentina, un plan sistemático de desaparición de personas, las cosas hay que llamarlas por su nombre. Porque lo preocupante es que Milei no es un negacionista, porque no cuestiona los desparecidos sino que cuestiona cuántos fueron, como si ello cambiara algo.
No hubo guerra, hubo represión ilegal.
No hubo excesos, hubo planificación y ejecución de violaciones a los derechos humanos.
Hubo 30.000 desaparecidos.
Pero también es cierto que muchos de quienes hoy se indignan con las palabras de Javier Milei, gracias Myriam Bregman por tan brillante definición, el gatito mimoso, no siempre pensaron así.
En los ’70 la Juventud Sindical Peronista no estaba tan preocupada por los desaparecidos, o en realidad sí, pero para que continuaran desaparecidos.
Poco tiempo después de la muerte de Perón ya proponían el accionar al margen de la ley…
La Alianza Anticomunista Argentina, la Triple A, que funcionó al amparo del Estado y el gobierno de Juan Perón y María Estela Martínez no lo propusieron, directamente lo pusieron en práctica.
Y hoy resulta que muchos de ellos pretenden erigirse como grandes defensores de los derechos humanos.
Quienes apoyaron la autoamnistía, hoy celebran el Juicio a las Juntas Militares.
Quienes no integraron la CONADEP, hoy hablan de su legado… aunque hayan reescrito el Nunca Más.
Quienes indultaron a los genocidas, hoy se asombran de quienes hablan en su favor.
Sergio Massa, que hoy dice defender los pilares de Memoria, Verdad y Justicia, mientras en 1989 muchos de nosotros marchábamos contra los indultos decretados por Carlos Menem, estaba más preocupado en liderar la Juventud Liberal de la UCeDe, partido que acompañó las políticas menemistas… como también las acompañó y apoyó el partido Justicialista.
Las palabras de Milei son profundamente repudiables, pero si efectivamente cree que no fueron 30.000 los desaparecidos sería oportuno que apoyado en los fluidos contactos de su candidata a vicepresidente de la Nación, Victoria Villarruel con muchos genocidas condenados y encarcelados, exija que cuenten lo que saben, que entreguen documentación, que se hagan cargo de lo que hicieron.
Porque esa es la clave. No todos estuvimos siempre del mismo lado. Y hay que hacerse cargo del lugar que ocupó, y ocupa, cada uno.
Estamos quienes condenamos la dictadura, y quienes hicieron negocios durante la dictadura.
Estamos quienes marchamos contra los indultos, y quienes callaron de manera cómplice ante semejante claudicación.
Estamos quienes acompañamos desde siempre la lucha de los organismos de derechos humanos, y quienes lo hacen desde hace unos años por conveniencia.
Hay que indignarse y repudiar las palabras del gatito mimoso, pero sin creerse una fiera, porque quienes ahora se creen tan feroces durante mucho tiempo no fueron más que un monito haciendo morisquetas para el amo de turno.
‘Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror.’
RODOLFO WALSH – AGENCIA CLANDESTINA DE NOTICIAS