El 14 de agosto de 2009 la ex Presidente Cristina Fernández relató una anécdota a partir de la obra de teatro ‘La Tentación’, de Mario Pacho O’Donnell, que relata la vida de Manuel Dorrego y su fusilamiento a manos del general Juan Lavalle. En ese contexto afirmó que ‘Esto es parte de la historia del siglo XIX y también del siglo XX, no del siglo XXI. Tal vez ya no se repitan esos fusilamientos, o tal vez hayan surgido otro tipo de fusilamientos, tal vez mediáticos. Pero bueno, son los riesgos de elegir en dónde estar, y les puedo asegurar que milito desde muy joven y no me voy a arrepentir nunca de los lugares donde estuve, porque siempre estuve donde había que defender y representar al pueblo’.
Similar método metafórico utilizó casi una semana después cuando en la Asociación del Fútbol Argentino y junto a Julio Grondona, firmó el acuerdo para el Programa ‘Fútbol para todos’. Allí dijo Fernández que ‘No es posible que sólo el que pueda pagar pueda mirar un partido, que además secuestren los goles hasta el domingo aunque pagues igual, como te secuestran la palabra o te secuestran las imágenes, como antes secuestraron y desaparecieron a 30 mil argentinos’ y abundó sosteniendo que los argentinos no queremos ‘más una sociedad de secuestros de personas ni de palabras ni de imágenes ni de ideas, sino una sociedad cada día más libre’.
Similar figura retórica utilizó el Intendente Municipal Osvaldo Cáffaro cuando ayer en la conferencia de prensa que brindó para explicar los alcances de la resolución de la Cámara de Apelación y Garantías en lo Penal del Departamento Judicial Zárate-Campana, sostuvo que sus hijos son ‘torturados, prácticamente, con información falsa’.
Como dice una amiga, las manzanas no caen lejos el árbol.
Creo que dada la historia reciente argentina el apelar a este tipo de metáforas en temáticas que son tan diferentes que su origen lo único que hacen es llamar la atención inicial y banalizar el propio origen de los conceptos. Después de la dictadura que vivió Argentina entre 1976 y 1983 y las consecuencias que ella trajo, no hay realidad actual que se asemeje y que, en consecuencia, pueda calificarse de igual manera.
Pero sin embargo ya vemos que hay quienes lo hacen, puesto que con la intención de generar mayor impacto en la opinión pública recurren a razonamientos de dudosa honestidad intelectual.
Pese a lo que diga Osvaldo Cáffaro, afortunadamente a sus hijos no los torturaron ni teórica ni prácticamente. En todo caso podrá decir usted que sus hijos fueron víctimas de una campaña de desinformación a partir de mentiras, realidad que no comparto porque el que miente es usted.
Lo curioso en ese punto es que quienes utilizan este tipo de argumentación se molesten cuando se mantiene la misma estructura literaria para describir su argumento, al fin de cuentas como decía Mario Benedetti (siempre es bueno volver a don Mario), ‘si está contra la violencia, pero nos apunta bien, si la violencia va y vuelve, no se me queje después’.
Y no es para ofenderse ni preocuparse puesto que lo que hicimos en ‘El torturador Osvaldo Cáffaro’ no es más que un razonamiento lógico. Si los hijos del Intendente fueron ‘torturados, prácticamente, con información falsa’, quien lo hacía era un torturador, y en la misma línea caffarista, quien difunde información falsa adrede, para el Intendente es un torturador. Lo curioso es que en esa descripción se está autodescribiendo.
No compartimos esta lógica. Creemos que hay temas y conceptos que no pueden ser manipulados a su antojo. Hay que llamar a las cosas por su nombre, y lo que el Intendente denomina tortura puede ser una campaña de desinformación, pero no es tortura ni, volviendo a Cristina Fernández, linchamiento mediático.
No vale cualquier cosa en política, como no lo vale en la vida. Y cuando uno tiene mayor responsabilidad institucional debe tener mayor responsabilidad ciudadana sobre sus dichos y sus actos.
Sería oportuno que el Intendente pida disculpas por sus dichos, así lo merecen quienes realmente sufrieron las peores torturas en las mazmorras de la dictadura.
Porque como decía don Mario,
no me gaste las palabras
no cambie el significado
mire que lo que yo quiero
lo tengo bastante claro
no me ensucie las palabras
no les quite su sabor
y límpiese bien la boca
si dice revolución.
Intendente Cáffaro, por favor, límpiese bien la boca.
El gráfico está tomado de http://caricaturasrgc.blogspot.com/2012/04/osvaldo-caffaro-intendente-de-zarate.html