Realizar un análisis contrafáctico sobre lo que hubiese podido ocurrir si no hubiese ocurrido lo que ocurrió, más que un ejercicio intelectual es un paso de autocomplacencia para justificar una realidad que no nos convence del todo, en consecuencia, se tiende a observar como algo bueno lo dado, porque hubiese sido mucho peor si no hubiese sido así. Hay quien dice que si mi abuela tuviera bigotes sería mi abuelo, pero en realidad sería mi abuela con bigotes.
Esto, que parece un trabalenguas, nos es útil para cualquier análisis ex post, puesto que contra una ilusión armada a gusto y placer, los resultados son maleables de acuerdo a la necesidad.
Las últimas elecciones españolas dieron un nuevo ejemplo de este tipo de análisis, donde se aprovecha un giro discursivo para decir exactamente lo opuesto de lo que acontece, pretendiendo modelar a partir de estas posturas una realidad que no discurre por donde quienes lo emiten, pretenden. Así se plantea que ‘la mayoría se alejó de los extremos’, lo cual, cuando menos, es una curiosa interpretación puesto que en estas elecciones es cuando el binomio Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Popular (PP) obtuvieron menos cantidad de diputados, apenas 189.
Este gráfico expone claramente que España dejo de transitar el bipartidismo y comienza a buscar opciones a los extremos, algunos de ellos extremistas. Y esto quedó claro con los resultados de los comicios del 28 de abril, en los que por primera vez desde el retorno democrático en España la extrema derecha logró tener representación parlamentaria. Más de dos millones y medio de votantes españoles apoyaron que representantes de Vox se sienten en el hemiciclo para defender posturas tales como eliminar los parlamentos y los gobiernos autonómicos para devolver poder al Estado, acabar con la ley de violencia de género al considerar que discrimina a los hombres y cree que solo hay una familia “natural”, y es aquella formada por un hombre y una mujer u oponerse al aborto y su propuesta acerca que el sistema público no debería financiar las intervenciones médicas.
Hay quienes dicen que el escenario podría haber sido peor, si Vox alcanzaba los 40 escaños que presagiaban las encuestas y que generaron, entre otras razones, que la participación política se haya ubicado en parámetros que no se conocían desde quince años atrás.
Pero lo que podría haber sido y no fue no nos tiene que hacer perder de vista lo que realmente existió y es que los españoles se acercaron de manera masiva a votar, fundamentalmente en Cataluña donde la participación electoral creció veinte puntos respecto a la última elección, y los crecimientos de la izquierda en Cataluña, Galicia, Cantabria y Valencia, fundamentalmente tras el PSOE, aún en desmedro de Unidas Podemos.
Este parate que la sociedad española le dado a la extrema derecha es una buena noticia frente a los avances de estas posturas en Estados Unidos o Brasil, y pone un dique de contención en Europa a una ideología que deja de ser marginal para empezar a ocupar lugares de privilegio en la política cotidiana, por ejemplo fueron determinantes en Andalucía para desalojar a la izquierda del gobierno y formar un tripartito de derechas conformado por el Partido Popular, Ciudadanos y Vox.
Y hay otras dos buenas noticias de la elección española de ayer. La primera de ellas es que el Parlamento ibérico dio un paso más en pos de la paridad, dado que el 41,1% de los escaños estará ocupado por mujeres, cifra nunca antes alcanzada y un 1,4 pp mayor que el récord logrado cuatro años atrás. Tras la sanción de la Ley de Igualdad, impulsada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y aprobada en 2007, se reconoce el ‘principio de presencia equilibrada’ en las listas electorales, por el que el conjunto de candidatos de un sexo no puede ser inferior al 40%. Y poco a poco esta ley comienza a dar sus frutos.
La segunda es que la coherencia garpa, que don Durito de Lacandona tenía razón.
Corría el año 1996 y el Subcomandante Marcos escribía los comunicados y las proclamas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional mexicano y en uno de esos textos, cargados de poesía y narrativa, contó la historia de como conoció a Durito. Decia entonces Marcos que ‘Estaba yo viendo que la luna empezaba a desinflarse despacito, como esos globos viejos que se cansan de retener el aire y se van adelgazando como se va adelgazando el ánimo cuando se acercan las despedidas. Estaba yo pensando que, tal vez, era que de tanto caminarse la noche, el filo se le iba desgastando y que las estrellas no eran más que la rebaba que la luna iba soltando en el continuo esmeril de la noche. Estaba yo pensando en esas cosas y, por supuesto, no se me ocurría nada qué decir sobre el neoliberalismo en alguna de las mesas del encuentro continental y bien sabía yo que ya nos habíamos comprometido y como quiera no pensaba en eso, sino que veía yo a la luna, tratando de adivinar qué anunciaba o qué escondía esa deformidad que la achicaba. Estaba yo en un estado que seguramente alguien puede calificar de «irresponsabilidad lunática», cuando me cae en la nariz un objeto negro y brillante. Rebotó y llegó a mis pies, empezó a subir por el pantalón y no fue hasta que llegó a mi rodilla derecha que pude distinguir una figura muy parecida a un escarabajo. Y sí, bien podría tratarse de un escarabajo si no fuera por el «clip» desdoblado que llevaba en la diestra, el taponcito de un frasco que portaba en la derecha, la ramita que ceñía al cinto, y la cáscara de cacaté que llevaba sobre la cabeza. Debo decir que el cuerno único que sobresalía en mitad de la cara bien podría llevar a confundir a este ser con un unicornio, pero no, era claro, como la luna que nos desvelará hoy, que no se trataba de un unicornio. Yo me declaré firmemente desconcertado y, como siempre que me encuentro firmemente desconcertado, me dediqué a estornudar con ese estilo vivaracho y retozón que ha causado el regocijo y la delicia de chicos y grandes… farmacéuticos. Uno de los estornudos alcanzó en pleno a la figura que ya había logrado llegar 3 centímetros arriba de la rodilla. Se fue hasta el suelo y reemprendió el ascenso, pero ahora por la pierna izquierda. Yo me desentendí porque me distraje mirando cómo la luna, desgastada y todo, arrojaba nubes a uno y otro lado. De pronto escuché una voz que me decía: Está visto, por la derecha uno siempre termina por caer. Por la izquierda suele costar trabajo pero uno acaba por llegar.’
Y no hay dudas que Pedro Sánchez aprendió de Marcos y Durito, su historia así lo demuestra.
Siendo Diputado en 2016, y habiendo sido defensor durante su campaña a la Jefatura de Gobierno el ‘No es no’, cuando el PSOE se dividió entre quienes creían que el partido debía forzar nuevas elecciones, por segunda vez, o abstenerse para facilitar la investidura de Mariano Rajoy, mantuvo su postura claramente minoritaria en el seno del Partido pero coherente con lo que había prometido y para no desoír el mandato partidario renunció a su escaño.
Tiempo después enfrentó a Susana Díaz y Patxi López por la conducción partidaria, y manteniendo en alto las mismas banderas que lo habían alejado del hemiciclo, se impuso a la postura de la andaluza que era quien mas representaba a los que defendían el ‘No es no… pero a veces es sí’.
Desde la Secretaría General socialista impulsó una moción de censura contra el Gobierno de Rajoy y logró que por primera vez en la historia reciente española triunfase una postura así y formó gobierno.
Puesto a revalidar su accionar en las urnas tras el adelantamiento de las elecciones dado el rechazo parlamentario a sus Presupuestos, la ciudadanía le dio un fuerte respaldo, por lo que Sánchez demostró aquello que, según Marcos, decía ‘el grande y sublime Don Durito de la Lacandona, el más alto ejemplar de la caballería andante, el supremo desfacedor de entuertos, el oscuro objeto del deseo de toda fémina que se precie de serlo, el estadío superior al que aspiran elevarse todos los varones honestos, el héroe de los niños, el consuelo de los ancianos, el mejor y el único’, por la derecha uno siempre termina por caer. Por la izquierda suele costar trabajo pero uno acaba por llegar.