Muchas son las aristas desde la cuáles se puede abordar la discusión de la despenalización del aborto, proyecto de ley que debatirá la Cámara de Diputados de la Nación el próximo 13 junio. Entre otras, se puede abordar la cuestión de valores individuales, de creencias personales e, incluso, de derechos individuales, pero hay dos cuestiones concretas y básicas que no pueden soslayarse.
La primera de ellas es establecer claramente qué es lo que está en discusión. No se trata de debatir aborto sí o aborto no, puesto que está claro que hoy está penalizado y sin embargo los abortos existen. Lo que está en discusión es si se lo sigue penalizando, y en caso de no hacerlo, de implementar políticas públicas que garanticen que la interrupción voluntaria del embarazo se realice en condiciones seguras. La discusión no es aborto sí o aborto no, sino si es garantizado o penado, si es legal o clandestino. El rechazo al proyecto de ley no modificará la realidad actual, su aprobación sí.
Y la realidad actual es grave.
Las estadísticas expuestas por el Ministro de Salud Adolfo Rubinstein en el plenario de Comisiones de la Cámara de Diputados de la Nación son contundentes. Por ello la segunda cuestión a tener en cuenta es una cuestión de salud. Según los datos presentados por el Ministro, en 2016 murieron 245 mujeres embarazadas por distintas causas. De este total, el 17,6% (43 defunciones) fueron muertes por un ‘embarazo terminado en aborto’ y esto ubica al aborto como la principal causa individual de la mortalidad materna. Pero la clave está en que al ser algo penado por ley, muchas veces se disfrazan las causas de internación para no quedar expuesto.
En este sentido son claros los datos aportados por el estudio del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (CEDES) realizado junto al Ministerio de Salud de la Nación, que si bien son de una década atrás, son los datos más completos existentes respecto a la práctica abortiva. Según este estudio en nuestro país se hacen entre 370.000 y 520.000 abortos legales y no legales por año, mayoritariamente ilegales.
Por lo que el tema en discusión es cómo hacemos para evitar que estas mujeres mueran.
Planteó Rubinstein que en las experiencias mundiales sobre la materia determina que en aquellos países en los que se despenalizó el aborto, cayó la cantidad de abortos practicados y, drásticamente, la cantidad de muertes atribuibles a abortos de mujeres embarazadas.
Fueron claras las conclusiones del Ministro.
- El aborto existe y no podemos soslayarlo.
- Es un problema de salud pública porque el aborto produce muertes y morbilidad evitable en población joven y sana.
- Es un problema de equidad de género porque el aborto sólo afecta a las mujeres (y adolescentes) y sus complicaciones afectan fundamentalmente a las mujeres pobres.
- Los países con marcos legales restrictivos no reducen el número de abortos sino que aumentan la proporción de abortos inseguros.
- La evidencia es muy sólida respecto a que la despenalización del aborto reduce la mortalidad materna, las complicaciones graves y el número de abortos totales.
Entonces la cuestión es sencilla. ¿Qué hacemos para que las mujeres pobres dejen de morir por causas de prácticas de abortos clandestinos?
Pero no hay una discusión abierta sobre el tema, aún hay mucha hipocresía, y en ese sentido hubo muchos que sintieron hirientes las palabras de la Diputada Silvia Lospenatto por lo concluyente que fueron, porque interpela a cada uno de una manera sólida y terminante. Preguntó la Diputada a los participantes de la reunión de Comisiones de la Cámara de Diputados, y nosotros hacemos propias sus palabras para el resto de la sociedad. ‘Si se oponen por una cuestión moral, les preguntó si obligarían a sus hijas a continuar con un embarazo no deseado. Si la respuesta es no, nunca más se llamen liberales, porque no se pueden imponer a los demás un principio que no se imponen a sí mismos.’
Como cuando se debatió el divorcio vincular, como cuando se debatió el matrimonio igualitario, la Iglesia Católica, entre otros credos, quiere que el país se rija bajo sus preceptos y plantea que cualquier desvío del camino trazado por dios traerá las peores pestes y plagas, pero la historia demuestra que nada de esto es cierto y que en definitiva el planteo es mentiroso. La Iglesia Católica insiste por el lado del miedo en pleno siglo XXI. Por eso es tan importante el accionar de la Diputada Nacional, de Evolución Radical, por Tucumán Teresita Villavicencio, quien expuso públicamente su aval al proyecto de despenalización del aborto pese a las presiones que recibió, entre ellas, las palabras del Arzobispo de su provincia, Carlos Sánchez, quien en el Tedeum del 25 de mayo afirmó ‘Yo, Carlos Alberto, quiero llamarlos por su nombre a ustedes, Beatriz, Teresita, Gladys, Alicia, José Fernando, Facundo, Pablo, Marcelo y José, diputados tucumanos, para decirles que tienen un nombre porque tienen vida y tienen la responsabilidad que les ha confiado el pueblo tucumano: voten por la vida, por el cuidado y defensa de la vida de todo argentino porque vale toda vida’.
Insistimos, la discusión es otra. Se vota a favor de la legalidad o de la clandestinidad.
Así lo hizo saber la médica tucumana Cecilia Ousset en una carta pública de gran difusión. En ella afirmó, entre otras cosas, ‘me repugna un país donde después de un aborto las ricas se confiesen y las pobres se mueran’. De eso se trata.
Si quien lee esto no quiere abortar no aborta. No se trata de debatir la obligatoriedad o no del aborto, se trata de algo mucho más básico, de evitar que quienes lo practiquen en malas condiciones de salubridad, mueran en el intento.
Publicado en MDZOL, Mendoza.
https://www.mdzol.com/opinion/798985-yo-voto-por-el-derecho-a-decidir-quesealey/