El pasado 25 de mayo, un grupo de militantes y de dirigentes peronistas, devenidos en frentevictorianos e involucionados en unitarioscitadinos organizaron una marcha en el obelisco porteño en contra del acuerdo que está negociando la República Argentina con el Fondo Monetario Internacional, bajo la consigna de ‘no volvamos al fondo’, aunaron críticas hacia el Gobierno Macri.
Pero la ambigüedad de la palabra fondo puede hacernos creer que estos ciudadanos propugnan un cambio radical, de raíz, yendo al fondo del problema, pero no, como no lo hicieron en los doce años de gobierno, no pretenden un cambio profundo, en realidad lo que molesta son las formas y están en contra del Fondo en tanto organismo multilateral de crédito, quizás sigan prefiriendo el endeudarse con hermanos latinoamericanos a un interés usurero del triple del que ofrece el citado organismo.
Pero es lógico el argumento, puesto que en realidad lo que critican son cuestiones de formas, y pretenden hacernos creer que en realidad están yendo al núcleo del problema, y ejemplos de ello sobran.
Pretenden hacernos creer que reivindican los Derechos Humanos bajando un cuadro cuando son los mismos que, consecutivamente, apoyaron la auto amnistía y, una vez juzgados y encarcelados los genocidas, el indulto.
Son los mismos que reniegan de las relaciones con los organismos internacionales de crédito pero tiempo atrás hablaban de relaciones carnales con estos mismos sujetos.
Son quienes quieren hacernos creer que persiguen el interés de la mayoría de argentinos cuando en realidad van detrás de sus propios intereses, y así lo demuestran la enorme cantidad de procesos judiciales que enfrentan tras haber dejado el poder.
Son los mismos que por no irritar a la cúpula eclesiástica se opusieron a la sanción del divorcio vincular, entre ellos quien, según Néstor Kirchner, fue el mejor Presidente de la historia argentina después de Juan Perón, Carlos Saúl Menem, oh casualidad el mismo que indultó a las cúpulas militares.
Son los mismos a los que les molesta que el Gobierno haya propiciado el debate sobre la despenalización del aborto, porque buscan intereses escondidos en ese accionar, pero durante los 12 años de gobierno en ningún caso propiciaron el debate.
Son los mismos que se rasgan las vestiduras impulsando el desafuero de Aída Ayala, quien por otra parte debe someterse a la Justicia como cualquier ciudadano sin apelar a tratamientos especiales, pero votaron exactamente al revés en el desafuero del Diputado Julio De Vido y hace años le cuidan la guarida al condenado Senador Carlos Menem.
Y la última crítica es sobre si el Presidente sabe o no santiguarse, como si eso dijera algo sobre él. Aunque nunca lo hayan entendido, la creencia religiosa se encuadra en el foro más íntimo de la persona, y no debería tener injerencia alguna en las cuestiones del Estado. No se debe entremezclar Iglesia y Estado, aunque muchos juren por Dios y sobre los Santos Evangelios, y después llenen despachos, oficinas públicas y recintos de crucifijos y estampitas. Hace 24 años que la Nación Argentina no exige, a través de su Constitución Nacional, que el Presidente de la República sea católico, apostólico y romano, pero parece que hay muchos que no se enteraron o que, por ciertos intereses, quieran no enterarse. Los mismos que se horrorizaban porque el Presidente Raúl Alfonsín habló desde el púlpito para responderle a Monseñor Medina se preocupan ahora porque un Presidente no se persigna.
Porque no les interesa discutir el fondo, les preocupan las formas. A su juicio el problema es que Macri no sepa un rito religioso, y no que el Presidente de un Estado laico participe de la ceremonia de una de las religiones que se profesan en el país, pero no como ciudadano sino por su investidura. Les preocupa que no sepa un rito religioso, y no que el Estado financie, tal como lo ordena la Constitución Nacional, el culto católico, y de hecho no hicieron nada por modificarlo.
El problema no es que Macri no sepa persignarse en el Tedeum, el problema es que se concurra al Tedeum.
Pero esto implica un nivel de discusión diferente al que hoy predomina el espacio público, hay que discutir política y no políticas, hay que discutir en serio qué país queremos y entonces sí, cómo hacemos para llevarlo a la práctica. Mientras sigamos discutiendo cuestiones para la tribuna, el partido lo juegan otros… y nos llenan de goles.
Publicado en MDZOL, Mendoza.
https://www.mdzol.com/opinion/797459-el-fondo-y-las-formas/