El pasado 5 de marzo, y con la firma de 71 Diputados de la Nación, se presentó el proyecto de ley por el que se establece la interrupción voluntaria del embarazo. A diferencia de los años anteriores en que la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito también presentó el proyecto pero no lograba avanzar en términos parlamentarios, ni siquiera se debatía sobre el tema, este año parece que la situación será diferente, puesto que el Poder Ejecutivo propicia su debate.
Con la particularidad que el proyecto tiene más acompañamiento de legisladores de la oposición que del oficialismo, pero al amparo de lo manifestado por el Presidente Macri en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, todo indica que esta vez sí se debatirá de manera adulta un tema que desde hace mucho tiempo se discute en voz baja y a escondidas. Tal como dijo Macri, ‘Hace treinta y cinco años que venimos postergando un debate muy sensible que, como sociedad, nos debemos: el aborto. Como dije más de una vez, estoy a favor de la vida pero también estoy a favor de los debates maduros y responsables que como argentinos tenemos que darnos. Por eso, vemos con agrado que el Congreso incluya este tema en su agenda de este año. Espero que se escuchen todas las voces y se tomen en cuenta todas las posturas.’
Ahora bien, esta postura se da de bruces con la de quienes tuvieron la oportunidad de propiciar el mismo debate, de acompañar el mismo proyecto, de aportar a la discusión adulta y democrática y sin embargo privilegiaron el verticalismo partidario. Pusieron por delante un pensamiento sectorial por delante del pensamiento de la ciudadanía. Para decirlo concretamente, más de la mitad de los legisladores firmantes del proyecto pertenecen al Frente para la Victoria, en sus diferentes variantes, listado que incluye al hijo de los ex Presidentes, Máximo Kirchner, y varios legisladores que llevan varios años en sus bancas y sin embargo en otras oportunidades no acompañaron la propuesta.
Habrá quienes piensan en una evolución en su pensamiento y, en consecuencia, un cambio en su postura. No opino de igual manera. Creo que son meros oportunistas que pretenden subirse a la ola y sacar provecho de una política que no comparten. Si así no fuera, y retomando el argumento anterior, lo que ocurriría es que relegaron y reprimieron su forma de pensar por hacer seguidismo mesiánico de un (o una) líder, actuando como las peores de las dictaduras que niegan el debate y pretenden imponer una única forma de pensar. Creen estos mercenarios que vistiendo nuevas ropas y mimetizándose con quienes siempre fueron parte de este movimiento son parte de él, ignorando que el hábito no hace al monje.
Pero aún así, sumando a estos nuevos polizones como tripulantes, aún no hay un apoyo mayoritario en ambas Cámaras como para que el proyecto prospere. Hay quienes se oponen argumentando que si fuera legal la interrupción voluntaria del embarazo muchas mujeres correrían desenfrenadas a abortar. Argumento falaz y retrógrado, puesto que lo que el proyecto plantea es que ‘toda mujer tiene derecho a decidir voluntariamente la interrupción de su embarazo durante las primeras catorce semanas del proceso gestacional’. Es claro, se trata de un derecho no de un deber. Lo que se procura es que el aborto sea legal, no obligatorio.
¿Y qué se obtiene con su legalización? Algo básico, que muchas de las mujeres que deciden abortar mueran por hacerlo sin observar las mínimas condiciones de salubridad. Actualmente es la segunda razón de muerte de mujeres en nuestro país. Como sostiene la Campaña Nacional ‘En nuestro país se realizan entre 370.000 y 520.000 abortos al año, muchos de ellos en condiciones de clandestinidad. La clandestinidad nos pone en riesgo, siendo 49.000 las mujeres y personas con capacidad de gestar hospitalizadas al año, por complicaciones relacionadas a prácticas abortivas que se realizan de modo inseguro. Las más afectadas y cuyas vidas perdemos cada día son las de las mujeres de los sectores de la población más vulnerable.’
Veinte años atrás decía René Favaloro que ‘estoy en contra de la hipocresía. La hipocresía es esa nenita de clase media a quien, cuando se embaraza, su papito la lleva al médico y esa misma noche esa nenita ya está bailando en un boliche de nuevo. Muchos señores a quienes vemos por ahí hablando con toda naturalidad sobre lo malo que es el aborto son unos hipócritas porque saben que, en la realidad, las cosas suceden de otra manera. No hay que tenerle miedo a la educación sexual y a hablar de sexo con los chicos. Es muy necesario e importante. Hay que hablar de frente sobre este tema para que el embarazo no deseado no sea una sorpresa.’, y agregaba que ‘Los ricos defienden el aborto ilegal para mantenerlo en secreto y no pasar vergüenza. Estoy harto de que se nos mueran chicas pobres para que las ricas aborten en secreto. Se nos mueren nenas en las villas y en los sanatorios hacen fortunas sacándoles del vientre la vergüenza a las que tienen plata. Con el divorcio decían que era el fin de la familia y sólo fue el fin de la vergüenza para los separados ilegales. Con el aborto legal no habrá más ni menos abortos, habrá menos madres muertas. El resto es educar, no legislar’.
De eso se trata entonces, de legislar para educar, para evitar muertes evitables, para terminar con la hipocresía del tanto tienes tanto vales, para terminar con aquello de valorar si las cosas están bien o mal por quien las hace y no por lo intrínseco de los hechos, terminar con el negocio de lo clandestino, en definitiva, como decía el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de la cual este año se cumple su centenario, de contar ‘para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan.’
Publicado en Diario La Reforma, General Pico.
http://www.diariolareforma.com.ar/2013/el-habito-no-hace-al-monje/