Soy ateo, y por lo tanto, estoy convencido que dios no existe, sin embargo hoy quiero hablar de alguien que no sólo creyó que Dios existe sino que además, en su creencia, consagró su vida a él. Quiero hablar de Ivonne Pierron.
Para muchos su nombre no significa mucho, pero cambia la percepción si decimos que es una de las monjas francesas perseguidas por la dictadura argentina, de hecho, la única de las tres que sobrevivió, puesto que Alice Domon y Léonie Duquet fueron secuestradas y asesinadas por los militares argentinos.
Desde su llegada a Argentina junto a sus hermanas, dedicaron su vida a trabajar en ayuda de los más desfavorecidos, y en la década del 70 del siglo pasado en Argentina, algunos de ellos eran los familiares de los desaparecidos que peregrinaban por diferentes sitios en busca de información que les permitiera tomar conocimiento de lo que había ocurrido con quienes, en palabras del genocida Jorge Videla, “no están ni vivos ni muertos, están desaparecidos”.
Como parte de esta aproximación a los grupos defensores de derechos humanos se acercaron a un grupo de mujeres que se habían nucleado para unir fuerzas en su reclamo y brindarles contención espiritual. Así, se reunían en la Iglesia de la Santa Cruz quienes más tarde formaron Madres de Plaza de Mayo.
Fue allí que conocieron a Gustavo Niño, un joven que decía tener un hermano desaparecido pero en realidad era el asesino Alfredo Astiz, quien se había infiltrado en el grupo y a la salida de una reunión en la Iglesia, el 8 de diciembre de 1977, marcó a sus víctimas con un beso, dando la señal para que los grupos de tareas las detuvieran. Entre ellas estaban las hermanas de Ivonne. Ella logró salvar su vida al ser sacada del país por la Embajada de Francia, disfrazada de anciana y en silla de ruedas para evitar su captura y no caer en las garras de los represores.
Durante la dictadura debió exiliarse en Francia y decidió volver a Argentina para continuar su labor pastoral tras el regreso de la democracia y eligió vivir, paradojas de la vida, en un pueblo misionero que homenajea a uno de los dos mejores presidentes que tuvo la historia argentina, Arturo Umberto Illia.
Allí en el norte del país, en Pueblo Illia, Ivonne Pierron continuó la labor que la dictadura pretendió acallar, acompañando con su fe y sus acciones concretas a aquellos que más lo necesitaban.
La dictadura argentina creyó que secuestrando a las monjas francesas y pretendiendo hacer creer que en realidad habían sido secuestradas por Montoneros detendrían el accionar de los movimientos de derechos humanos, pero como dijera Pablo Neruda, podrán cortar todas las flores pero no podrán detener la primavera.
El viernes 29 de septiembre, pocos días después del inicio de la primavera austral, Ivonne Pierron murió. Pero pese a marchitarse la flor, la primavera sigue adelante.
Publicado en Diario La Reforma, General Pico.
http://www.diariolareforma.com.ar/2013/en-el-nombre-de-dios/