Días atrás un hincha de Belgrano de Córdoba de Argentina murió en las tribunas del Estadio Mario Alberto Kempes, y tras ser noticia en lo inmediato, el tema se fue perdiendo en la vorágine de las noticias.
Un nuevo muerto en un espectáculo deportivo, y como sociedad seguimos sin tomar real conciencia del estado en que nos encontramos. Algunos por acción, la mayoría por omisión, perdemos de vista la gravedad del hecho a medida que pasan los días y pronto pasa al olvido.
Las autoridades futbolísticas no hacen nada, las autoridades judiciales, más allá de investigar la muerte y enjuiciar a los responsables, hacen poco. Las sanciones no se dan en proporción a los hechos, y en la mayoría de los casos terminan por conmutar la pena antes de su cumplimiento.
Similar situación aconteció, también en Argentina, con la joven entrerriana raptada, violada y asesinada. Su victimario era un joven que debía estar preso y no lo estaba. Y era así porque pese a recibir numerosos informes que lo desaconsejaban, el juez interviniente decidió poner en libertad a este sujeto.
Cabe entonces preguntarse por qué somos tan permisivos como sociedad. Por qué nos alarmamos ante casos extremos, que pese a todo rápidamente olvidamos, y poco hacemos para evitarlos y, una vez vividos, evitar que vuelvan a suceder.
Desde que se prohibió el acceso de hinchas visitantes a las canchas de fútbol argentinas a mediados de 2013 a hoy, cuando transcurrieron casi cuatro años, hubo 40 muertes relacionadas con el futbol, casi 10 muertes por año, casi 1 muerte por mes, y sin embargo ni las autoridades del futbol ni las autoridades oficiales en materia deportiva parecen tomar real conciencia de lo que acontece, porque no hacen nada por modificar esta situación. Y la sociedad mira impávida como esto se agrava cada día que pasa.
Situaciones violentas como estas han podido resolverse en otros lugares del mundo, e Inglaterra es un claro ejemplo de ello, pero algo nos diferencia muy nítidamente del caso inglés. Mientras allá quienes provocaban incidentes eran grupos violentos simpatizantes de los clubes de fútbol, en nuestro país quienes provocan incidentes son grupos violentos simpatizantes de los clubes de fútbol y con fuertes relaciones con dirigentes políticos.
Numerosas investigaciones han demostrado esta connivencia entre barras bravas y política, donde ciertos personajes que dicen llamarse políticos y estar al servicio de la ciudadanía utilizan a los violentos como fuerza de choque o mano de obra barata para sus campañas electorales.
Y mientras esto ocurre la ciudadanía mira la situación sin involucrarse, hasta que matan a alguien y todos escandalizados salen a pedir cabezas. A nadie escandalizó el juez entrerriano sino hasta que uno de los presidiarios que dejó en libertad terminó con la vida de Micaela.
Como recordara días atrás el politólogo Andrés Malamud, cada vez más la gente se rige por la ‘teoría del metro cuadrado’, que viene a decir que lo único que importa es el metro cuadrado que nos rodea. Ya no importa la solidaridad ni el preocuparse por las cuestiones generales, mucho menos por las cuestiones del otro, lo único que importa es lo que pasa en el metro cuadrado a nuestro alrededor.
Lo ocurrido en Gualeguay y Córdoba días atrás demuestra que la vigencia de esta forma de actuar, está en cada uno de nosotros poder ir ampliando nuestro radio de preocupación y nuestro radio de acción, sólo así podremos volver a crecer como sociedad, si así no fuera, sólo queda el sálvese quien pueda… hasta que no podamos salvarnos.