Coautor Diego Andrés Guevara Fletcher
Las delegaciones negociadoras en La Habana confirmaron que sigue vigente el alto el fuego bilateral y definitivo. Queda por delante la renegociación de ciertos aspectos del Acuerdo y, algo mucho más importante aún, decidir cuál va a ser el proceso por el que se legitime. La situación es compleja, pero sin lugar a dudas que hay salidas, y quizás la más inesperada sea el anuncio del comienzo de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional.
Luego de los bruscos movimientos que generó el rechazo al Acuerdo de Paz, y tras ser premiado el Presidente Santos con el Nobel, llegó el momento que Colombia disipe la espuma de estos acontecimientos y decida los pasos a seguir.
Es auspicioso que tras el anuncio inicial de cese del alto el fuego por parte del gobierno, las delegaciones negociadoras en La Habana hayan podido retrotraerse al estadio previo al domingo 2 de octubre, y hayan confirmado que sigue vigente el alto el fuego bilateral y definitivo entre los contendientes, pero con incertidumbre. En el mismo sentido es destacable que ambos bandos negociadores se hayan comprometido a realizar ajustes a los acuerdos ‘en un proceso rápido y eficaz’, con lo cual pretenden dar visibilidad a la resolución de los conflictos suscitados tras el inesperado NO.
Mientras el gobierno colombiano y las FARC-EP acordaban esto, en contraparte, los máximos representantes de la campaña del NO insistían en que era necesario renegociar ciertos aspectos de los Acuerdos, fundamentalmente, lo que concierne al otorgamiento de escaños en las Cámaras legislativas nacionales y en lo referente a la justicia que se aplicará a los líderes guerrilleros.
Es notable que Álvaro Uribe, quien falló rotundamente en su objetivo de erradicar la guerrilla, no entienda y acepte que los Acuerdos actuales son producto de una negociación y no de una imposición. No triunfaron las FARC-EP ni tampoco lo hizo el Estado colombiano, no al menos en términos militares, por lo tanto ninguna de las facciones en pugna puede imponer a la otra sus argumentos. Esto no se trata, a pesar de Uribe, de ganarle a las FARC-EP, esto se trata de que gane Colombia y los colombianos.
Para garantizar que las posturas boicoteadoras del Acuerdo no se filtren en las negociaciones, los voceros de los grupos negociadores reunidos en La Habana agregaron que ‘las propuestas de ajustes y precisiones que resulten de ese proceso serán discutidos entre el Gobierno Nacional y las FARC-EP para dar garantías a todos’, con lo que ratifican de manera implícita que las negociaciones seguirán siendo a dos bandas entre el Estado y las FARC-EP y que no se incluirán nuevos actores al proceso.
Queda entonces por delante la renegociación de ciertos aspectos del Acuerdo y queda, mucho más importante aún, decidir cuál va a ser el proceso por el que se legitime dicho Acuerdo, puesto que tras la mala experiencia del plebiscito sería peligroso el someterse a uno nuevo, pero lo sería más aún el imponer un Acuerdo sin consultar previamente a la ciudadanía.
La situación es compleja, pero sin lugar a dudas que hay salidas, y quizás la más inesperada sea el anuncio del comienzo de las negociaciones entre el Gobierno colombiano y el Ejército de Liberación Nacional -ELN-, el otro grupo guerrillero con actividad en el territorio colombiano acompañado por la multitudinarias marchas de estudiantes, maestros y en general de la sociedad civil en busca de un acuerdo rápido entre ambos bandos armados.
Si bien se venía conversando entre ambos sectores de manera reservada, sorprendió el anuncio pocos días después del ‘plebiscito del NO’. Lo que para muchos pueda parecer una dificultad más al proceso de paz, porque es costoso políticamente para el gobierno el mantener dos mesas de diálogo en simultáneo, puede convertirse en una posibilidad concreta de finalización total del conflicto armado en Colombia, puesto que las particularidades de cada uno de los procesos y los estadios diferentes en los que se encuentran, se pueden retroalimentar para nutrirse de las mejores experiencias de cada caso.
En este sentido es importante rescatar el pedido de los elenos de discutir cómo será la participación ciudadana durante la negociación, puesto que un buen acuerdo en este aspecto posibilitaría evitar la situación de un rechazo posterior a lo acordado.
Queda mucho por delante en pos de la consecución final de la paz en Colombia, pero cada vez queda más claro que no es una tarea de los colombianos solamente, y así lo demuestra el compromisos de los países garantes de las negociaciones, con importancia de la Argentina, que también lo serán en el caso de la mesa de diálogo con el ELN, como el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al Presidente Santos.
Por llamativo que parezca que le otorguen el premio a alguien que luchó por la paz en su país pero hasta ahora no la consiguió, la visibilidad que otorga la premiación coloca a Colombia en el centro de la escena mundial y renueva el crédito presidencial para su cometido.
Pero el crédito no es inagotable. Santos tiene que sacarle provecho y encontrar junto a su equipo los mejores caminos para lograr la paz, en una lucha contrarreloj de intereses políticos por la campaña presidencial que se avecina. Esto es, como quedó claro tras el plebiscito y en línea con uno de los ejes centrales de las peticiones del ELN, de cara a la sociedad civil que, parafraseando a Shakira, no es ni ciega, ni sorda, ni muda.
Publicado en Bastión Digital, Buenos Aires.
http://ar.bastiondigital.com/notas/colombia-los-avances