Coautora María Florencia Deich
Cuando en 1985 Argentina y Brasil, encabezados por Raúl Alfonsín y José Sarney, dejaron atrás sus recelos compartidos y decidieron cambiar el paradigma de la complementariedad por el de la integración económica bajo el paraguas de la ALADI, dieron puntapié a lo que seis años después se convertiría en el MERCOSUR.
Las etapas del MERCOSUR
Si bien durante los inicios de esta vinculación se preponderó la faceta económica de los acuerdos, los líderes de Argentina y Brasil no dejaron de lado los entendimientos políticos y procuraron avanzar en un nuevo paradigma en la región: “No hay desarrollo sin instituciones democráticas fortalecidas”. A pesar que esta perspectiva política propiamente dicha no fuera plasmada en los tratados iniciales, Sarney y Alfonsín fueron contundentes al promover una verdadera coordinación política y una incipiente integración económica, para encaminar a los países en cuestión a un modelo de inserción global del nuevo mundo.
Cuando la ola neoliberal alcanzó las costas sureñas en la década del noventa, quienes sucedieron a los padres de la integración sudamericana al frente de los gobiernos argentino y brasileño, hicieron a un lado la faz política de la integración y priorizaron, casi con exclusividad la faceta económica, y en ese sentido decidieron lanzar en 1991 el Mercado Común del Sur; con objetivos que, a poco de andar camino, se demostraron inalcanzables por la falta de voluntad de los firmantes de plasmar en los hechos lo acordado en el papel.
Esta situación volvió a tener un giro cuando las políticas neoliberales entraron en retirada y los nuevos gobiernos procuraron relanzar la coordinación política entre ellos, pero en lugar de recuperar las bases de los acuerdos alcanzados en los ochenta, optaron por apostar a la creación de nuevas organizaciones internacionales que abordaran esta temática sin integración pero sí la cooperación y la concertación.
De esta manera comenzaron a convivir instituciones de índole más bien político como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) con organizaciones con competencias casi exclusivamente económicas como el MERCOSUR, o bien con ambos matices como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), coincidiendo casi calcadamente en todos los casos, ya sea como miembros plenos o asociados, sus integrantes.
Los resultados
Pero esta inflación organizacional no logró conseguir los objetivos que se buscaban y cada una de las propuestas alternativas, terminaron siendo incompletas. Falta la contraparte que es central en la razón de ser de su par. ¿Al MERCOSUR le falta más política y a la UNASUR le falta más economía?
En los últimos años quedó instalada en la región la idea de proyectos que se contraponen entre sí. Entonces pensar que el MERCOSUR podría iniciar algún tipo de acercamiento con la Alianza del Pacífico-era visualizado como una traición a la noción de Patria Grande recreada por el extinto líder Venezolano Hugo Chávez Frías. Insólito, ya que mientras en la CELAC -que incluye México y la mayoría de los países del Caribe- o en UNASUR esos mismos países ya cooperaban entre sí en materia de defensa e infraestructura o bien en la defensa del régimen democrático a través de las agencias creadas con tales fines.
En la UNASUR los líderes de la Región se sintieron cómodos. El modelo de construcción de gobernanza regional a través de la conocida Diplomacia de Cumbres y el consenso como mecanismo elegido para la toma de decisiones dio absoluta fluidez. Por otra parte la UNASUR no se propuso homogeneizar normativa comercial sino a través de cooperación intergubernamental establecer un ámbito de concertación política general sobre algunos consensos básicos y objetivos grandilocuentes (Defensa regional, integración energética, infraestructura). El MERCOSUR trae y trajo otras complicaciones. Ceder soberanía no es compatible con el modelo presidencialista y menos de proyectos económicos signados por el proteccionismo y en competencia permanente. En este esquema, la intención por integrar retrocede o se bloquea, aunque hoy por otras razones.
Los desafíos
Para evitar los errores del pasado, sería conveniente no plantear versus entre los procesos de cooperación y/o integración vigente. Los nuevos gobiernos bien podrían dirigir sus acciones en la promoción de la vuelta a las fuentes, potenciando y fortaleciendo las instituciones actuales, para poder tener mayor y mejor inserción en el mundo actual y encarar las herencias políticas y económicas de los gobiernos que los antecedieron. Contraponer y crear enemigos debiera estar pasado de moda.
Los problemas estructurales de la región no han variado demasiado: Pobreza, desigualdad, falta de infraestructura e inestabilidad política son preocupaciones vigentes en el cono sur. Entonces no sólo es importante robustecer la política económica del MERCOSUR pensando en los objetivos que le dieron origen y si fuese necesario aggionarlos al mundo actual, sino además retomar la UNASUR como plataforma de acción política regional al interior y hacia el exterior.
No acordamos con las expresiones de la canciller argentina Susana Malcorra, cuando se refirió a la crisis desatada en el MERCOSUR, “tenemos otras organizaciones para tratar los asuntos políticos”. Justamente el MERCOSUR está dotado de herramientas institucionales para promover y acompañar la institucionalidad basada en principios democráticos.
El modelo del VERSUS atrasa. Si tomamos en cuenta el informe de la CEPAL del año 2014, la Alianza del Pacífico y el MERCOSUR representan combinados más de 80% del comercio exterior regional, así como de su población, y más de 90% de su producto interno bruto y de sus flujos de inversión extranjera directa. Traición sería negar una vez más la realidad y someter a la región a los caprichos ideológicos de los gobiernos de turno. La complementariedad regional debiera ser un norte.
Por eso es imprescindible que el MERCOSUR desarrolle aquellos principios consagrados por Alfonsín y Sarney en Foz do Iguaçu en 1985, porque hoy como entonces existe “la urgente necesidad de que América Latina refuerce su poder de negociación con el resto del mundo, ampliando su autonomía de decisión y evitando que los países de la región continúen vulnerables a los efectos de políticas adoptadas sin su participación. Por ello, resolvieron conjugar y coordinar los esfuerzos de los respectivos gobiernos para la revitalización de las políticas de cooperación e integración entre las naciones latinoamericanas”.
La declaración en conjunto de los gobiernos de Brasil y la Argentina hace unos días, pareciera ir en ese sentido. El relanzamiento por así decirlo de las relaciones bilaterales con un destacado horizonte comercial y tibiamente casi por obligación de mencionarlo, el compromiso con los principios de las instituciones democráticas podría entenderse como el primer paso de esta nueva etapa. ¿Qué pasará con Venezuela? Incógnita absoluta, porque hasta ahora se desprecia la decisión política regional para definir su situación.
Teniendo en cuenta este escenario, no alcanza entonces con el accionar de la UNASUR ni el del MERCOSUR en paralelo. Ni tiene sentido contraponer MERCOSUR con la Alianza del Pacífico. Es necesario que potenciemos y mejoremos lo que tenemos, es necesario recuperar los principios que dieron vida a la integración regional sudamericana, debemos volver al MERCOSUR.
Publicado en Nuevos Papeles, Buenos Aires.
http://www.nuevospapeles.com/nota/484-mercosur-lo-veras-volver