La semana pasada, en este mismo espacio escribíamos sobre el caso de violencia institucional vivido en la Villa 21-24 de la ciudad de Buenos Aires cuando dos jóvenes fueron secuestrados por miembros de fuerzas de la Prefectura Naval Argentina por ser jóvenes, pobres y villeros.
Si bien la Justicia actuó rápido y apresó a los prefectos involucrados en el delito, una vez más se repitió lo que tantas veces han denunciado, por ejemplo, desde Garganta Poderosa. Una vez más miembros de la Prefectura Naval Argentina golpearon y amedrentaron a jóvenes villeros, esta vez, por haberlos denunciado. Como dijera el delincuente vestido de prefecto, “Ahora van a cobrar todos, por habernos escrachado en los medios”.
Evidentemente esprit de corps prefecturiano se impone al combate del delito y lo que se pretendió como un desvío, un caso aislado, es más amplio y reiterado de lo asumido, por ello es necesario poder erradicar esta delincuencia y estos delincuentes de las fuerzas de seguridad, y es necesario hacerlo ya.
Resulta paradójico que si se pretende cambiar esta realidad, sea la propia Prefectura Naval Argentina quien aún hoy tras las denuncias formuladas, sea quien sigue custodiando la Villa 21-24, y entonces cabe preguntarse sobre la labor de esas fuerzas de seguridad. En realidad ¿cuidan a los habitantes de la villa? o ¿cuidan, a quienes viven fuera, de los habitantes de la villa?
¿Qué esperan las autoridades nacionales para tomar cartas en el asunto? Pero de manera real y concreta, no de manera discursiva para las fotos. Y debemos exigir que lo hagan. Como decían los miembros de la Garganta Poderosa, y hago propia sus palabras, aquí no se calla nadie.
Es necesario que los militantes de todo el campo popular, los funcionarios de todos los partidos, los dirigentes de todos los movimientos, las asambleas de todos los barrios, los fieles de todos los credos, los hinchas de todos los clubes, los estudiantes de todas las universidades, los jubilados de todas las batallas, los trabajadores de todos los gremios, absolutamente todos, unamos nuestras voces y nuestras manos para lograr que esto no vuelva a pasar y que los responsables paguen por sus hechos.
Evidentemente no fue un hecho aislado lo que le ocurrió con Iván y Ezequiel, y ninguno de nosotros debe tomarlo de esa manera, no tiene que existir nunca más un Iván o un Ezequiel que tenga que denunciar un abuso de quienes deben cuidarnos, sólo entonces podremos saber que hemos mejorado como sociedad, mientras tanto sólo serán golpes de efectos que dicen cambiar algo, pero no cambian nada.
Publicado en La Reforma, General Pico.
http://www.diariolareforma.com.ar/2013/cuando-los-delincuentes-que-usan-uniforme-reinciden/