El llamado a indagatoria a Hebe de Bonafini, y su acto de rebeldía frente al requerimiento judicial ponen sobre el tapete si el tan mentado ‘todos somos iguales ante la ley’ tiene alguna vigencia o es apenas poco más que una simpática frase.
Situación similar ocurrió cuando se pretendió allanar propiedades del Diputado Julio De Vido y su abogado esgrimió que por su condición de legislador tenía fueros, realizando una interpretación amplia y desmedida de los fueros parlamentarios que se deben reducir a su labor de legislador y siempre y cuando no se contrapongan a un delito.
A medida que la justicia avanza y pretende esclarecer las denuncias que durante años no quiso investigar, se reproducen de manera sistemática los llamados a desconocerla, lo mismo que se realizó durante doce años con sobreseimientos express y dictado de faltas de mérito, aunque ahora de una manera mucho menos solapada y más desafiante.
No se está dando un buen ejemplo. Todos los ciudadanos debemos ser iguales ante la ley y someternos a su arbitrio gozando de los principios constitucionales que deben guiar su accionar.
Los argentinos debemos saber que algo cambió el pasado 10 de diciembre, y más allá de las políticas que se implementan con las cuales se puede coincidir o no, lo que volvió a imperar en el país es el Estado de Derecho con su división de poderes que estipula un equilibrio en el cual el Poder Judicial es el encargado de impartir Justicia. Aunque el cambio no es total y aún quedan rémoras que remover y prácticas recién llegadas que deben erradicarse.
Durante doce años lo tuvimos olvidado y estamos pagando las consecuencias de ello, y las pagaremos por muchos más años. Para decirlo en términos futboleros, pretendiendo discutir de tácticas y estrategias, terminamos olvidando el reglamento… y festejando un gol con la mano.
Por ello tenemos que parar la pelota y volver a entender que para poder jugar necesitamos de un reglamento que respetar, de un árbitro que lo hará cumplir y entonces sí, a partir de ahí, elegir qué táctica utilizar.
No podemos querer irnos con la pelota cuando no se juega como nos gusta. No se trata de ver quién es el más bravucón, se trata tan sólo de respetar las normas para poder construir a partir de allí, se sea referente de Derechos Humanos, Diputado Nacional o Presidente de la República.
Tampoco sirve pretender establecer reglas del juego especiales para algunos. Todos debemos ser iguales ante la ley, todos somos iguales ante la ley. Y esto es algo que se debe ejecutar además de pregonar, sea desde el lugar que nos toque ocupar, y fundamentalmente como ciudadanos. Desde el gesto más pequeño, desde no creernos más que otro por trabajar en el Estado y eso nos de beneficios especiales al notorio y evidente no violar la ley.
Es entendible que le cueste a quien no esté acostumbrado a hacerlo, pero es lo que se debe hacer. Nada nos pone por encima de la ley. Nada nos exime de cumplir la ley.
Publicado en El Debate, Zárate.
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