Van siete meses de gobierno y la ciudadanía comienza a reclamar soluciones concretas a los problemas. Habitualmente se dice que el período de gracia con el que cuentan los gobernantes al llegar a sus funciones, lo que comúnmente se llama la luna de miel, dura 100 días, tres meses… van dos lunas de miel y los resultados se empiezan a reclamar con mayor insistencia.
Ya no alcanza con marcar diferencias ante la experiencia anterior, que son claras y notorias, sino comenzar a establecer políticas propias que pongan de manifiesto hacia donde se quiere ir, ya no basta con señalar hacia donde no se quiere ir.
Y esta construcción tiene que estar cimentada en ideas rectoras sólidas y concretas que sirvan de marco conceptual, sin fundamentalismos y escuchando a todos, pero teniendo en claro qué es lo que se quiere.
Hoy en día se hizo común esta práctica de prueba y error en donde se pretende mostrar amplitud y disponibilidad para modificar políticas por parte del gobierno, pero se parece más a una falta de análisis certeros previos que a voluntad de mayorías amplias.
Cuando se hace una cosa y lo contrario, no se suma gente al proyecto sino que se confunde al seguidor propio que no ve en las políticas que se defienden una línea conceptual clara. Hoy en día el gobierno nacional no expone a la ciudadanía un horizonte claro de hacia dónde se va y las políticas que implementa en función de ello, sino muy por el contrario, por la intención de contraponerse al modelo de gestión previo pretende incluir a todos tras su propuesta lo cual es fácticamente imposible.
Aunque suene mal hay que decirlo, el Gobierno Macri, y todos los gobiernos, no es para todos. Como Presidente de la Nación representa a todos los argentinos pero no hay, ni puede ni debe haber, políticas gubernamentales para todos los argentinos. El Gobierno debe tener en claro qué es lo que quiere, no alcanza con saber qué es lo que no quiere.
Y para ello tiene que establecer líneas de gestión, que pueden ser modificables, pero que se mantengan dentro de un rango de acción previsible de su voluntad de acción. No debe mantenerse obstinadamente defendiendo una política si esta se demuestra equivocada, pero tampoco puede basar su acción gubernamental sobre la base del ensayo y error.
Pasaron siete meses. Pasaron dos lunas de miel. Es necesario comenzar a desarrollar el proyecto de gobierno propio. Ya no alcanza con la diferenciación. Ya no alcanza con la comparación. Hay que empezar a crecer por mérito propio. Hay que empezar a ser bueno y dejar de ser menos malo.
Dicen que ningún marinero se hace experto en un mar tranquilo, y es claro que las tormentas no pasarán, pero sólo cuando se logre largar lastre y se ponga proa al futuro según la carta de navegación propia llegaremos a buen puerto.
Publicado en La Reforma, General Pico.
http://www.diariolareforma.com.ar/2013/a-buen-puerto/
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