Los argentinos nos debemos una discusión de fondo que ponga sobre la mesa el debate sobre la necesidad de comenzar a cuestionarnos el fondo de las cosas o si seguiremos deliberando sobre la mera presentación de las mismas, sobre su superficialidad.
La vorágine informativa, y la presión y necesidad de ciertos factores de poder, hace que un tema tape a otro y que no haya un verdadero análisis en profundidad de lo que acontece en nuestro país, y así lo que hoy ocupa las portadas y largos tiempos en los medios, mañana pasa a ser secundario y en un par de días abandona el espacio informativo.
Un ejemplo de ello es el caso de Valentín Díaz Gilligan, un ilustre desconocido para la enorme mayoría de los argentinos hasta hace poco más de una semana, y producto de esta vorágine y estos intereses, volverá a serlo en menos de una semana.
Pero en medio de esta aparición fulgurante, está en juego la diferenciación que queremos abordar hoy, el discutir el fondo de las cuestiones, no la forma de las mismas, pretendiendo que lo urgente no desplace a lo importante, como afirma el slogan gubernamental nacional ‘haciendo lo que hay que hacer’, o parafraseándolo, discutiendo lo que hay que discutir, el fondo de la historia.
El señor Díaz Gilligan era el Subsecretario General de la Presidencia desde el inicio de la Presidencia de Mauricio Macri hasta que el pasado 18 de febrero el Diario El País de España denunciara que el funcionario en cuestión ‘ocultó 1,2 millones de dólares en Andorra […] en una cuenta en la Banca Privada d’Andorra (BPA) a nombre de una sociedad’, y si bien este accionar se desarrolló antes de su nombramiento en el gobierno nacional, se hizo mientras era funcionario del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
No seremos nosotros en esta columna quienes dictaminemos la responsabilidad judicial de Díaz Gilligan, de eso se encargará la Justicia, pero sí podemos discutir sobre su responsabilidad política y la del Gobierno al nombrarlo funcionario. Cierto es que el Presidente de la República no puede saber acerca del accionar privado de todos y cada uno de sus funcionarios, pero sí debe poder garantizar la honradez de sus principales colaboradores, y un Subsecretario de Estado es uno de ellos.
Se plantea entonces una disyuntiva, ¿Díaz Gilligan le mintió al Presidente y a la ciudadanía al no informar de su cuenta en el exterior o, pese a que no lo informó, las autoridades estaban al tanto de esta realidad? Dado que no es un caso aislado, cuesta creer que las autoridades no estuvieran al tanto, pero aún así, lo que pretendieron centrar como tema de discusión era si el funcionario cuestionado debía renunciar o no. Pretendían que discutiéramos las formas, pretendían que discutiéramos lo que no hay que discutir.
Díaz Gilligan no debía renunciar, a Díaz Gilligan lo deberían haber echado por haber mentido en la Declaración Jurada, por haber ocultado información básica. De hecho, ante la denuncia del diario español, la Oficina Anticorrupción lo había emplazado al requerirle que ‘se le hace saber que de haber ejercido un cargo de Director en una sociedad, esta información debe ser consignada en el ítem “Antecedentes Laborales” de sus Declaraciones Juradas Patrimoniales. En el caso de que el referido desempeño haya tenido lugar dentro de los tres años anteriores al inicio de la gestión pública, dicha circunstancia debe constar en su declaración jurada patrimonial inicial. Asimismo, la información deberá repetirse en las sucesivas declaraciones juradas anuales, hasta transcurridos tres años del cese de los servicios prestados’. Es claro y notorio que esto no se había realizado, ergo, al haber incumplido la ley debería haber sido separado de su cargo sin esperar a su renuncia.
Pero no sólo eso, el Gobierno tiene el deber de explicar claramente qué es lo que está ocurriendo. No se puede pretender pasar página con la renuncia del funcionario. Muerto el perro no se acabó la rabia.
Como señala Hugo Alconada Mon, ‘Díaz Gilligan ocultó que fue titular de una CUENTA offshore que manejo $$ de tercero (sería Paco Casal). Omisión maliciosa. Renunció. Luis Caputo ocultó que fue accionista de un ENTRAMADO offshore que manejó $$$ de terceros (no se sabe quiénes son). Omisión maliciosa. No renunció’. Este doble rasero no ayuda al Gobierno. No es cuestión de hacer más prolijas las cosas que se hacían mal, sino de dejar de hacerlas para comenzar a hacerlas bien.
Debemos entonces discutir sobre lo que hay que discutir y una parte central de este debate es el estándar que tiene el Gobierno para juzgar a propios y ajenos. Las cosas son buenas o malas per sé, y no de acuerdo a quien las hace, y ya sabemos desde hace más de un siglo que ‘en política, como en todo, se hace lo que se debe, y cuando lo que se puede hacer es malo, ¡no se hace nada!’ (Leandro Alem dixit).
Hagamos lo que hay que hacer entonces, discutamos sobre lo que hay que discutir, pero de frente y en serio, no pretendiendo cambiar algo para que nada cambie, si no generamos este debate, será una nueva oportunidad perdida de hacer otra Argentina, ¿quién sabe cuántas oportunidades más tendremos? ¿habrá otra oportunidad?
Publicado en La Reforma, General Pico.
http://www.diariolareforma.com.ar/2013/haciendo-lo-que-hay-que-hacer/