La plutocracia zarateña: Cuando la billetera mata la democracia

El relato versus los datos (otra vez) 🎭

‘Tanto vendes, tanto vales’… Así cantaba Luis Eduardo Aute hace ya casi 30 años en ‘La belleza’ y qué vigencia tiene en Zárate por estos días. En épocas donde nos quieren hacer creer que el norte que guía su accionar es la empatía y la solidaridad siempre, claro está, con dinero ajeno, el dato termina matando al relato. Como siempre.

Sí, los mismos que tiempo atrás hacían un culto de esta frase, queriendo con ella contrastar la diferencia entre lo que decía y lo que hacía el caffarismo, hoy no pueden ocultar que son parte de lo mismo. O peor: que perfeccionaron el modelo. Porque al menos Cáffaro tenía la decencia de no vendernos un discurso progre mientras hacía lobby para los grandes negocios.

Esto quedó dolorosamente claro días atrás con el tratamiento de la norma que habilita el local de Mostaza, a partir de hacer una excepción a ‘la Ordenanza 4199, denominada Código de Publicidad del Partido de Zárate’, que finalmente se convirtió en la Ordenanza 5300, promulgada por el Decreto 482/25.

El argumento de la ‘generación de empleo’ (o cómo justificar cualquier cosa) 💼

El argumento está clarito en uno de los últimos considerandos del proyecto, donde ‘la Subsecretaría General de Intendencia emite opinión, en la cual expresa que resulta procedente tramitar una excepción al artículo 44 del citado Código de Publicidad, fundado ello en la importancia de promover la radicación de empresas en el Partido de Zárate, por cuanto ello contribuye a fortalecer la actividad económica local y la generación de empleo‘.

Leamos esto despacio. Lautaro Presenza no niega que lo planteado por Mostaza no se adecúa a la normativa vigente. No puede negarlo porque es evidente. Pero como ‘contribuye a fortalecer la actividad económica local y la generación de empleo’ vale la pena hacer la excepción al Código que, por cierto, deben atenerse el resto de los zarateños. Esos zarateños comunes y corrientes que no tienen un holding detrás ni abogados corporativos en modo speed-dial.

Agrega además que ‘la propuesta de la empresa Mostaza no desentona con la dinámica comercial existente’, vaya uno a saber con qué conocimiento técnico o si lo hace solo porque a él le gusta… qui lo sá 🤷‍♂️. ¿Será que Presenza hizo un máster express en estética urbana? ¿O simplemente le pareció bonito el rojo de la marca?

Si quiero montar un nuevo kiosko, ¿tendré las mismas exenciones?

El meollo de la cuestión: las preguntas incómodas 🤔

Pero volvamos al meollo de la cuestión, el ‘billetera mata galán’ del que hablara Jacobo Winograd.

Resulta que si uno fortalece la actividad económica y genera trabajo puede saltarse las Ordenanzas. Perfecto. Ahora bien:

• ¿Cuánta actividad? ¿Hay una tabla, un baremo, un numerito mágico?
• ¿Cuántos puestos de trabajo? ¿10, 20, 50? ¿Part-time cuentan o solo full-time con monotributo?
• ¿Cualquier inversor que quiera abrir un local cuenta con las mismas prerrogativas o es solo para algunos? ¿Para los que tienen el teléfono del intendente, quizás?
• ¿Qué pasa con quienes ya están instalados? Los comerciantes zarateños que pagaron sus tasas, cumplieron las normas, se rompieron el lomo para poner su negocio, ¿también gozan de las mismas facilidades? Ah, no, claro que no. Ellos que se las arreglen.

El problema de fondo (que nadie quiere ver) 🙈

La situación no puede reducirse a una cuestión económica, o no debiera serlo. Aunque sabemos que en Zárate como bien documentamos día a día en www.principedelmanicomio.ar la gestión Matzkin se caracteriza por las ‘alarmas sin decreto, gasto sin control y medios que no piensan’.

Hay quienes creen que este es el mundo real y hay que adaptarse a él. Nosotros estamos convencidos de que en realidad hay que modificarlo, porque como cantaban Pedro y Pablo: ‘el mundo está enfermo y nosotros no’. Y si seguimos naturalizando que el dinero compra excepciones a las normas, el enfermo va a ser el sistema democrático. O mejor dicho: ya lo está siendo.

Cuando la democracia se convierte en una plutocracia 🏛️💸

Si la ley no es pareja para todos, la democracia se debilita. Si la capacidad económica hace que las normas sean más beneficiosas para algunos que para otros, la democracia se convierte en una plutocracia. Así de simple. Así de grave.

La plutocracia no necesita elecciones

Y la plutocracia no necesita presentarse en elecciones. No requiere un partido ni un programa. Le basta con hacer sentir su peso en la balanza: el del capital, la inversión, la deuda o el dólar. En apariencia, las instituciones siguen funcionando: hay elecciones, campañas, discursos, incluso debates. Pero detrás del telón, las cuerdas se tensan desde otro lugar. Quienes ocupan los cargos visibles apenas administran las condiciones del juego que otros ya definieron.

Como señala el politólogo italiano Giovanni Sartori en su análisis sobre la videocracia y el poder económico: ‘La democracia moderna es cada vez menos el gobierno del pueblo y cada vez más el gobierno de los que tienen dinero para comprar al pueblo’. Una advertencia que resuena con particular fuerza cuando vemos cómo se flexibilizan normas para las grandes cadenas mientras los comerciantes locales deben cumplir a rajatabla cada artículado de ordenanzas.

Y si hay algo que tienen en claro en el gobierno local es el poder de la videocracia. Día a día pretenden instalar una realidad paralela desde las redes oficiales, que prolijamente reproducen acólitos, bots y fakes.

El vaciamiento del contenido democrático

Cuando el poder político se subordina a la lógica del dinero, la democracia se vacía de contenido. Deja de ser el gobierno del pueblo para convertirse en una representación escénica del poder real. Las decisiones públicas ya no responden al interés general, sino a los requerimientos de quienes financian campañas, controlan medios, fijan precios o deciden si ‘el país es confiable’ o en este caso, si ‘la ciudad es confiable’ para invertir.

La soberanía se convierte en una ficción contable: el voto sigue existiendo, pero la voluntad popular es absorbida por el poder económico como una variable más del mercado. ¿Les suena familiar? Claro que sí. Es exactamente lo que pasa cuando Mostaza consigue en poco tiempo lo que un comerciante zarateño no consigue.

Los ciudadanos como consumidores (y el marketing como política) 🛒

En la plutocracia, los ciudadanos son consumidores, y la política se reduce a marketing. La discusión pública se empobrece porque las alternativas posibles ya vienen preseleccionadas por quienes tienen la capacidad de sostenerlas financieramente.

El famoso ‘no hay alternativa’ el TINA thatcheriano deja de ser un argumento y se transforma en destino. ‘¿Querés inversión y empleo? Entonces bancate que las reglas no sean las mismas para todos’. Así, la democracia sobrevive en su forma, pero no en su espíritu: es una democracia tutelada, que solo puede decidir dentro de los límites que le impone el capital.

Gramsci y la hegemonía del consenso fabricado 📚

Antonio Gramsci advertía en sus Cuadernos de la Cárcel que toda hegemonía se sostiene en el consenso. Pero no cualquier consenso: hablaba del ‘consenso espontáneo’ que las grandes masas otorgan a la dirección impuesta por el grupo dominante. La plutocracia se disfraza de democracia precisamente para mantener ese consenso, para evitar que la subordinación se note.

Como señala el filósofo marxista en su análisis sobre el Estado moderno: ‘La hegemonía de un grupo social se manifiesta de dos modos: como ‘dominación’ y como ‘dirección intelectual y moral”. En Zárate vemos ambas dimensiones: la dominación cuando se imponen excepciones normativas, y la dirección moral cuando se nos vende el cuento de que esto es ‘progreso’ y ‘generación de empleo’.

El politólogo Sheldon Wolin profundiza este análisis en su concepto de ‘democracia invertida’, donde las formas democráticas persisten mientras el poder real se concentra en élites corporativas que operan ‘tras bambalinas’. ¿No les recuerda a algo? A los considerandos de una ordenanza que nadie discutió realmente, aprobada con la velocidad de un rayo porque así lo requería el ‘inversor’.

La degradación de la ciudadanía

Pero cuando el dinero gobierna, la igualdad política se vuelve una ilusión y la ciudadanía se degrada en clientela. Es entonces cuando la democracia deja de ser el gobierno del pueblo y se convierte en la puesta en escena del gobierno de los poderosos. Los vecinos de Zárate dejan de ser ciudadanos con derechos para convertirse en variables de una ecuación económica: ¿consumen? ¿Pagan tasas? ¿Generan movimiento comercial? Perfecto. ¿Protestan porque las reglas no son parejas? Ah, pero entonces son ‘anti-desarrollo’, ‘anti-empleo’, ‘anti-progreso’.

Una vez más: el relato versus los datos duros 📊

Como venimos denunciando desde www.principedelmanicomio.ar, una vez más mientras en el relato se gobierna para los que menos tienen, los datos demuestran que lo que se prioriza es la posibilidad de negocio de los que más tienen.

Es el mismo patrón que vemos cuando:

• Se sigue agrandando la planta municipal mientras hay calles sin asfaltar
• Se aprueban tasas retroactivas sin consulta mientras Mostaza consigue excepciones legales en tiempo récord
• Se hacen ‘donaciones’ con plata de todos mientras el intendente mes a mes aumenta su sueldo en igual proporción que el empleado más raso… y que todos los empleados municipales
• Lima existe, pero para el poder zarateño es solo un decorado que conviene olvidar

El filósofo político Colin Crouch, en su análisis sobre la ‘posdemocracia’, argumenta que vivimos en sistemas donde ‘las elecciones continúan existiendo y pueden cambiar gobiernos, pero el debate público está controlado por equipos rivales de profesionales en técnicas de persuasión, y se centra en un rango muy pequeño de asuntos seleccionados por esos equipos’. ¿Les suena? Es exactamente lo que pasa cuando el ‘debate’ sobre Mostaza se reduce a ‘generación de empleo sí o no’ sin cuestionar por qué las reglas del juego son distintas según el tamaño de tu billetera.

No es eso lo que queremos para Zárate ✊

No es eso lo que queremos para Zárate. No queremos una ciudad donde las ordenanzas se apliquen según el color del dinero. No queremos que los grandes inversores tengan un trato preferencial mientras los comerciantes locales se ahogan en trámites burocráticos. No queremos que la ‘generación de empleo’ sea la excusa mágica para justificar cualquier atropello normativo.

Dicen que somos unos soñadores 🌟. Pero como dijera John, no somos los únicos. Y como decía Gramsci: la hegemonía se construye o se destruye en el terreno del consenso. Y nosotros, desde este pequeño espacio de locura lúcida que es el Manicomio, no vamos a darles consenso.

Porque ‘Zárate es un cambalache sin vergüenza ni memoria’, como venimos documentando. Porque mientras ‘el Concejo aplaude’ cada arbitrariedad, hay vecinos que la sufren. Porque al final del día, si no defendemos la igualdad ante la ley, si no exigimos que las reglas sean las mismas para todos, lo que estamos perdiendo no es solo una batalla administrativa.

Estamos perdiendo la democracia misma.

Y eso, amigos, no es negociable. Ni por inversión, ni por empleo, ni por todas las hamburguesitas del mundo. 🍔🚫