Las consecuencias de la indiferencia

Eduardo ‘Peteco’ Vischi es Senador Nacional por la Provincia de Corrientes en representación de la Unión Cívica Radical, y desde hace un tiempo preside el Bloque partidario en la Cámara Alta nacional. Sin embargo, esta biografía seguramente no dice mucho a la mayoría de los lectores.

Quizás si mencionamos que fue uno de los autores del proyecto de creación de una Comisión Investigadora en el Senado de la Nación sobre el escándalo $Libra, que involucra al Presidente Javier Milei, algunos puedan reconocer su nombre. Sin embargo, Vischi se hizo más conocido por haber votado en contra su propio proyecto, permitiendo así que la Comisión no se creara.

Algunos más pueden reconocerlo por haber sido uno de los senadores que cambió su postura en el recinto parlamentario y que con su voto posibilitó que la Comisión que él proponía crear no se crease. Sí, parece un chiste pero es así, Vischi presentó un proyecto para crear una Comisión Investigadora y luego votó en contra de su propio proyecto, algo pocas veces visto.

Este giro inesperado, que roza el absurdo, revela una práctica política que se repite en distintos niveles de poder. Pero el problema central no es sólo la falta de coherencia de algunos dirigentes, sino la indiferencia ciudadana que permite que estas prácticas se perpetúen y se normalicen en el pensar y actuar de los argentinos.

Memoria corta y política oportunista

La Argentina tiene una extraña capacidad de olvidar rápidamente sus propios escándalos. Como dijera León Gieco, “Es mi país, es un país esponja, se chupa todo lo que pasó”. O, en palabras de María Elena Walsh, “En el país de ‘no me acuerdo’ doy tres pasitos y me pierdo”.

Un ejemplo claro de esto es el caso de Juan Abraham Kenan, asesor del diputado peronista Julio Manuel Samid, quien el 26 de mayo de 1992 entró al recinto haciéndose pasar por diputado, con la complicidad de muchos otros diputados, para votar y lograr que se aprobara el marco regulatorio para la privatización de Gas del Estado. En un giro tragicómico, el peronismo aprobó la privatización del gas con un ‘diputrucho’.

Años después, casos similares se repiten en otros niveles del poder. La falta de consecuencias para quienes manipulan las instituciones políticas es un factor clave en la degradación de la representación ciudadana.

Tenemos que asumir una realidad, ellos son porque nosotros, los ciudadanos, los dejamos ser. Porque no nos involucramos, porque no pedimos explicaciones, porque no exigimos el cumplimiento de los compromisos asumidos entre representante y representado.

La claque de los concejales y la falta de representación

El problema no es exclusivo del Senado ni del Congreso Nacional. A nivel local, también se reproducen prácticas donde los representantes elegidos para ser oposición terminan alineándose con el oficialismo de turno, traicionando a quienes los votaron.

¿Quién se acuerda de Lorena Bustos? No hace tanto de eso. En diciembre de 2021 se ausentó de la sesión en que se debía votar al Presidente del Concejo Deliberante, al igual que hiciera Ramón Tabaré ‘El Tari’ Bruzzo, al igual que Vischi afiliado al radicalismo y correntino, quien también ‘desapareció’ cuando debía asumir su responsabilidad.

Este accionar posibilitó la elección de Aldo Morino como Presidente del Concejo Deliberante… y ya sabemos como terminó esa historia, aunque pocos la recuerden.

¿Qué costo pagó Bustos por su jugada? Ninguno. ¿Qué responsabilidad asumió la Unión Cívica Radical? Ninguna.

Y la rueda sigue girando.

Sin embargo este no es un accionar exclusivo de la UCR.

Un claro ejemplo es el caso de Vanesa Palermo, quien llegó al Concejo Deliberante tras una maniobra política entre Osvaldo Cáffaro y el hoy Director General de Asesoría Letrada del gobierno de Marcelo Matzkin Mauro Tulia. Actualmente, Palermo se muestra como una fiel aliada del oficialismo local, al punto de haber ubicado a Ana Laura Allemann como Subsecretaria del Concejo Deliberante.

Otro caso es el de Daiana Hergert, quien fue elegida concejal en la lista de La Libertad Avanza, pero terminó alineándose con el oficialismo, llegando a votar en contra de las ideas que Javier Milei defiende, si estas eran impulsadas por Marcelo.

Estos ejemplos muestran que la representación política en el ámbito local también está en crisis. Si los bloques opositores terminan funcionando como una claque del oficialismo, ¿quién defiende realmente los intereses de los ciudadanos?

Ahora bien, ¿por qué son posibles los Vischi, los Kenan, los Bruzzo, las Bustos, las Palermo o las Hergert? Por varios factores, pero todos concurrentes.

Partidos vacíos y ciudadanos indiferentes

Uno de los factores clave de esta situación es la transformación de los partidos políticos en meras herramientas electorales. Hoy, estos partidos han perdido su contenido doctrinario y se han convertido en estructuras de acumulación de poder, donde las posiciones ideológicas son secundarias.

La Unión Cívica Radical, por ejemplo, no discutió internamente su apoyo a presupuestos municipales con millonarios aumentos, ni el aumento de tasas municipales, ni el salariazo. No hay debate, porque una vez electos, los dirigentes se manejan con total autonomía y beneficio personal, sin que nadie les exija explicaciones. ¿Acaso la Unión Cívica Radical (y el resto de los partidos y ateneos) discutió en su seno el apoyo al Presupuesto con millonarios aumentos? ¿Discutieron en su seno el aumento de tasas? Discutieron los aumentos a los funcionarios municipales? Nadie discute nada, porque una vez que resultan electos comienzan a manejarse con autonomía, y casi siempre en beneficio personal, sin que nadie les exija nada.

A esto se suma un problema mayor: el desinterés ciudadano. La indiferencia permite que los dirigentes hagan y deshagan a su antojo. Ejemplo de ello es el caso del Intendente Matzkin, quien pidió licencia para asistir a un congreso en Viena y terminó paseando con su esposa en París. Los medios callaron, los concejales miraron para otro lado, y la mayoría de la ciudadanía ni se enteró.

Esta desconexión entre los representantes y los representados no es un fenómeno nuevo, pero se ha acentuado con el tiempo. La pregunta clave es: ¿Hasta cuándo los ciudadanos seguirán tolerando esta falta de compromiso y transparencia?

Y todo ello en medio del desinterés ciudadano, baste ver las últimas noticias. Lo hemos repetido en variadas oportunidades.

El Intendente Matzkin pidió licencia para ir a un Congreso a Viena y se fue de paseo con su esposa a Paris. Y los ‘medios de comunicación’ no comentaron el hecho, los concejales se hacen los boludos, y la enorme mayoría de la ciudadanía ni se entera. La pequeña minoría juzga los hechos de acuerdo al autor y entonces defienden el derecho de Matzkin a pasear, aunque sea mintiéndole a los vecinos.

La batalla cultural y el rol de la ciudadanía

El Presidente Milei ha mencionado en reiteradas ocasiones la existencia de una batalla cultural en Argentina, a tal punto que pretende apropiarse de un concepto marxista. A muchos podrá sorprender pero este concepto fue desarrollado por Antonio Gramsci.

En sus Cuadernos de la cárcel, Gramsci explicaba que la cultura es una herramienta de dominación, donde una clase impone su visión del mundo como algo natural y legítimo. Por eso, para transformar la sociedad, es fundamental desarrollar una nueva cultura popular que exprese los intereses del pueblo y desafíe la hegemonía existente.

Estoy convencido de esa lucha, y en ese contexto me paro del mismo lado que el intelectual italiano y como él ‘Odio a los indiferentes’.

Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.’

Mientras siga habiendo indiferentes, seguirán existiendo los Vischi, los Kenan, los Bruzzo, los Bustos, las Palermo o las Hergert. Mientras siga habiendo indiferencia, los mismos de siempre seguirán sacando provecho de un sistema político cada vez más alejado de la ciudadanía.

Es momento de exigir una representación real, de demandar transparencia y compromiso. Porque si la ciudadanía no se involucra, la historia seguirá repitiéndose una y otra vez, sin que nada cambie.