Hoy quiero contar una historia, o mejor dicho una parte de mi historia.
A lo largo de mi vida tuve mucha gente que me ayudó, y algunos de ellos en casos curiosos, ya que me ayudaron sin siquiera conocerme, sin haber cruzado más que un par de palabras por escrito y sin habernos visto nunca personalmente. En particular pienso en cuatro personas. Claudio Jedlicki, Beatriz Talégon, Daniel Vogel y Arnaldo Matilla.
Claudio es un profesor chileno que vive en Paris y durante mucho tiempo dictó clases en la Universidad de Paris XIII – Paris Nord, en el CNRS – CREDAL ‘Amérique Latine’. A poco de haber terminado mis estudios le escribí un correo presentándome y compartiendo con él artículos académicos que había escrito y mi interés de poder avanzar en ese camino y él, sólo conociéndome por mis escritos me apoyó y apuntaló abriéndome puertas y publicaciones que de otra forma no hubiera podido acceder. Al punto de darme la posibilidad de sumarme al CREDAL como Investigador corresponsal en Argentina.
Algo similar, pero en otro ámbito me pasó con Bea, Daniel y Arnaldo. Ya no en el ambiente académico sino en el periodístico de opinión, todos ellos me abrieron las páginas de los periódicos que dirigían para que yo pudiera expresarme, con absoluta libertad, del tema que tuviera interés en opinar y con la tranquilidad de poder decir lo que pensaba. En el decir de Bea, lo único obligatorio era defender ‘dos cuestiones fundamentales: la ética y el compromiso social’.
Y en ese camino estuvimos los dos últimos años, opinando con libertad y responsabilidad sobre los temas del acontecer, local, nacional e internacional que estimábamos merecía nuestra atención.
Seguramente Arnaldo haya coincidido con algunos de mis escritos y habrá discrepado con algunos otros, pero nunca me hizo saber su opinión y siempre sentí el respaldo para poder decir lo que pienso de la manera que quiero decirlo.
Pero como dice la canción, ‘todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina’, y así es porque Arnaldo me escribió para decirme que ya no estaría al frente del Diario La Reforma de General Pico. El porqué de sus razones, quedará en su fuero íntimo, pero sí quiero resaltar que desde que le envié, hace ya más de dos años, una tímida columna para ver si la publicaban y recibí a cambio el ofrecimiento de escribir una columna semanal (que algunas semanas fueron dos). Tuvimos una muy buena relación.
Justo es reconocer la labor que cumplió junto a Arnaldo, Ángeles Campilongo quien siempre estuvo dispuesta a estirar un poquito el horario de cierre de la sección para esperar mi artículo o para colaborar en cuanto yo necesitara. Forman un gran equipo y siempre estuvieron a mi disposición.
Decía Hipólito Yrigoyen que ‘los hombres deben ser sagrados para los hombres’, por eso aunque creo que los proyectos que valen la pena son colectivos y a largo plazo, creo que es momento de dar por finalizada mi participación en el diario pampeano.
Fue Arnaldo quien me hizo llegar y si él se va yo me voy con él.
Seguramente seguiremos escribiendo en El Debate, en Diario 16 y en el blog con rigurosidad semanal y ocasionalmente en otro medio dando nuestra visión sobre lo que pasa y lo que nos pasa.
Gracias Arnaldo por tu confianza, tu apoyo y afecto.
Abrazo fuerte.
Hasta la próxima.