Los hechos acontecidos en el Congreso de la Nación y sus inmediaciones el pasado jueves han puesto de manifiesto que el Gobierno ha decidido hacer a un lado su práctica gradualista para avanzar de manera más decidida en la implementación de sus propuestas.
Ya se había alcanzado un acuerdo con los gobernadores, al menos con 22 de 23 más el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y el Gobierno nacional apostó a que los Diputados Nacionales que ‘responden’ a los gobernadores estarían a su lado para apoyar la Reforma Previsional, pero sin embargo algunos Diputados eligieron ser representantes de los pueblos que los eligieron y no meros comisionistas del Poder Ejecutivo de su provincia y decidieron oponerse al proyecto oficial. Es decir, el Gobierno creyó en algo que, a esta altura es evidente, los Gobernadores firmaron un acuerdo que no están dispuestos ni tienen capacidad de cumplir.
Hasta este punto, todo discurría en el marco de la discusión democrática, pero todo cambió a las 14:30 cuando el Presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó anunció que se había alcanzado el mágico número de 129 Diputados presentes alcanzando el quórum imprescindible para poder sesionar.
A partir de ahí los argentinos comenzamos a revivir algunos de los peores capítulos de nuestra historia reciente, donde ninguno de los involucrados supo estar a la altura de las circunstancias y las responsabilidades que tienen.
Por un lado cuando los legisladores del peronismo Horacio Pietragalla, Máximo Kirchner, Leopoldo Moreau y el procesado Andrés Larroque fueron a prepotear al Presidente de la Cámara de Diputados para procurar impedir la realización de la sesión. Estos legisladores, que evidentemente ni entienden ni aceptan las reglas de la democracia, lo que buscan es suplantar los votos por la fuerza bruta.
Pero por otro lado quienes debieran convocar a la calma lo que hacen es pretender apagar el fuego con nafta.
No es equiparable la responsabilidad ni es un revival de la teoría de los dos demonios. El gobierno tiene la responsabilidad de garantizar la paz social y lo debe hacer de manera ordenada, no como fue lo del jueves pasado donde hubo una represión desmedida e indiscriminada y hay numerosos ejemplos de ello.
No aporta a la paz social que el Diputado de la Nación Pablo Torello afirme que ‘Van a provocar a medio metro de gendarmes con perros ¿qué quieren, que les muevan la cola?’, los manifestantes están protestando y la Gendarmería, aún tras una provocación, no debe reaccionar como lo hizo.
Por ello es necesario que haya una condena unánime de la ciudadanía y su dirigencia en la que se ponga en claro que la política se va a debatir en donde se debe debatir, en el Congreso Nacional, y que las propuestas se apoyarán en votos y no en botas, gases lacrimógenos, bastonazos y balazos de goma.
En ese sentido avanzó el Jefe de Gabinete en la conferencia de prensa, pero poco duró esa postura ya que enseguida los comunicadores del Gobierno salieron a decir que está preparado un Decreto de Necesidad y Urgencia para implementar la Reforma Previsional, algo quizás necesario, pero decididamente no urgente.
Queda claro entonces que el Gobierno ha decidido dejar de lado el gradualismo y jugar a fondo, y sin dudas que en su apuesta contará con el respaldo de gran parte de la ciudadanía, pero para ello tiene que actuar de cara a la gente, debe hacer lo que nunca hizo.
Tiene que explicar claramente y con datos, cosa que aún no ocurrió, cuál es el estado actual de situación y cuáles son las propuestas concretas para superar el estadio actual, y cuáles son las consecuencias de sus propuestas. Respecto al tema actual debe explicar cómo está el sistema previsional hoy, qué cambios proponen y cuánto cobrará un jubilado tras las reformas propuestas… pero no en teoría de qué ocurriría si se alinean los planetas, sino en la realidad cotidiana.
Y siempre, absolutamente siempre, sin apelar a la violencia para imponer sus ideas. Día a día aumenta el nivel de violencia política y ya no basta con declaraciones, hacen falta acciones concretas. Hay que esclarecer lo ocurrido y encontrar a los responsables de la violencia indiscriminada del pasado jueves y a quienes dieron las órdenes para actuar de manera violenta.
A tal punto ha llegado la situación que desde las propias filas del oficialismo piden mesura al accionar de las fuerzas de seguridad. Ya no se puede hablar de hechos aislados, hay una clara intencionalidad política, ya no se puede hablar de excesos, hay una decisión política de garantizar la implementación de ciertas políticas, que no cuentan con el consenso necesario, a través de la represión.
Tiene razón Marcos Peña cuando dice que los legisladores de la oposición ‘no quisieron debatir porque sabían que representaban una minoría.’, pero miente cuando dice que ‘vimos la búsqueda clara de violencia, primero desde la calle’. No la buscaba el fotorreportero de ARGRA, Pablo Piovano, herido por las balas de goma. No la buscaba la estudiante Damiana Negrín que fue detenida al salir del trabajo, ni la buscaba ninguno de los manifestantes que en paz querían gritar su rechazo a la Reforma Previsional.
El accionar de Gendarmería no fue para contener a los violentos. Con la represión del jueves pasado se pretendió enviar un mensaje a la sociedad. No es creíble que la aparición de algunas bombas molotov justifiquen semejante violencia, máxime aun cuando en paralelo aparecen imágenes de hechos delictivos ocurridos en la zona en paralelo a la protesta que no tuvieron ningún tipo de represión.
Pretendiendo justificar el accionar de Gendarmería, el ministro Peña afirmó que ‘esta violencia se va retroalimentando’. Si está convencido de eso, vamos muy mal, puesto que el Estado no debe retroalimentar la violencia sino erradicarla, y para ello debe hacerlo de la mano de la ley.
Las pruebas gráficas demuestran que esto no fue así, y el gradualismo que se dice sostener en la implementación de las políticas públicas parece llegar a su fin, tanto por la intención de intentar sacar por Decreto de Necesidad y Urgencia normas que requieren de una discusión profunda en el seno del Congreso de la Nación como por la aplicación de una violenta y desmedida represión que pretende infundir miedo entre quienes quieren protestar frente a las políticas del Gobierno.
El Gobierno debe procurar generar mayorías más amplias. Si en lugar de alcanzar los 129 Diputados el apoyo al proyecto oficial aglutinaba algunos Diputados más, mucho de lo ocurrido se hubiese evitado. A veces es necesario perder para ganar, no era necesario jugar tan al límite.
Con la firma del Pacto Fiscal el Gobierno Nacional creyó iniciar una nueva etapa, el cambio real fue el jueves pasado. El tiempo dirá si fue un mal inicio y se corrige o si fue el inicio de la repetición de hechos que los argentinos no queremos volver a vivir.
Publicado en La Reforma, General Pico.
http://diario lareforma.com.ar/2013/chau-gradualismo/