Coautoras Julieta Romagnoli y María Emilia Romagnoli.
Parafraseando a James Carville, asesor del entonces candidato presidencial estadounidense Bill Clinton, quien inmortalizó aquella frase de ‘Es la economía, estúpido’ durante la campaña presidencial de 1992, al hablar de la seguridad en el trabajo, casi todo se reduce al título del artículo, ‘Es el dinero, estúpido’.
Ya decía Karl Marx que ‘La producción capitalista no es simplemente la producción de mercancías: es esencialmente la producción de plusvalía’, y en ese contexto la generación de plusvalía no entiende de derechos y seguridad laboral.
Como sabemos, la seguridad en el ambiente laboral se basa primordialmente en el principio de la prevención. Prevención de lesiones o accidentes, y por supuesto, enfermedades profesionales.
Es dable que a priori sería lógico pensar que los empleados serían los primeros interesados en que su ambiente laboral sea un lugar seguro para su salud e integridad física. Más aún, sería coherente creer que los defensores de los derechos de los trabajadores, es decir, los delegados de los respectivos sindicatos deberían también velar por este derecho de ellos y obligación del empleador. Pero no es así. Todos de una u otra forma están más interesados en obtener un mango más a costa de dañar su salud o integridad física.
Los prevencionistas o profesionales de la seguridad se ven impedidos de aplicar medidas, por ejemplo: procedimientos de trabajos más seguros porque estos van en contra de la productividad y por ende del premio que siempre está asociado a la productividad (que en muchas empresas entregan a fin del año fiscal) o medidas disciplinarias ante desvíos graves a normas que no solo atentan contra su seguridad sino también a la de sus compañeros. La mayoría de las empresas no ven a la seguridad de sus empleados más que un ítem más en una lista de cosas a hacer, pero sin la importancia que esta cuestión tiene en sí misma. Diferente sería la historia si la seguridad también pagara premios… O si, mejor aún, pudiéramos corrernos del sistema de valores de este capitalismo.
En consecuencia, durante todo el año la tarea de proteger los trabajadores se transforma en un intento de convencimiento forzado. Esto es así hasta que llega el mes en que, de repente, los trabajadores y en especial sus delegados recuerdan o detectan súbitamente miles de condiciones inseguras, de peligros inminentes.
Entonces se suceden las reuniones entre los sindicalizados y Recursos Humanos donde todos se muestran preocupados por los temas… Pero finalmente el espíritu capitalista gana, nada cambia, y la historia vuelve a empezar…
Luego de cerrar los aumentos del año, no todo era tan grave, se puede trabajar igual, las condiciones inseguras se minimizan y los procedimientos de trabajo ya no son tan adecuados porque, a pesar de ser más menos riesgosos invierten más tiempo y, como dice el dicho… Time is money… ¿Dinero dijimos? ¡¡¡Si estábamos hablando de seguridad!!!
En definitiva, como decía Mijail Bakunin, ‘Mientras permanezca un alma en prisión, no seré libre.’, mientras todos los trabajadores no tengan la seguridad adecuada en el trabajo, ningún trabajador estará seguro.